La Feria de la Lamprea solo es la excusa

Arbo acoge a un continuo chorreo de turistas para degustar el insólito pez. Pero en este rincón gallego también hay desconexión, rutas verdes y paisajes escondidos.
La Feria de la Lamprea solo es la excusa para conocer este rincón gallego
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La Feria de la Lamprea en el Concello de Arbo acoge a un continuo chorreo de turistas que buscan degustar este peculiar pez, de aspecto casi siniestro, y maridarlo con los mejores caldos de la tierra. Es por eso que entre marzo y abril los amantes de la mesa gallega vuelven sus miradas hacia Arbo, un pequeño municipio situado en la comarca de A Paradanta, que es conocido por ser el epicentro de esta tradicional feria.

En salsa, rellena o frita, la lamprea despierta sentimientos encontrados entre los que se pirran por la carne de este vampiro acuático y los que no pasan del repelús y se entregan a los brazos del también local Albariño para compensar. Pero es que, además, la comarca de A Paradanta es también un paraíso para la desconexión, las rutas verdes y los paisajes escondidos.

UN MANJAR DIGNO DE DIOSES

La lamprea de Arbo es una especie que vive tanto en el mar como en el río. Por regla general, estos peces disfrutan de una vida plena en el mar pero suelen adentrarse en las aguas del Miño para desovar. Y es aquí donde los pescadores de Arbo, uno de los pueblos más pintorescos de la provincia de Pontevedra, aprovechan para lanzarse al río a recoger lo que en estas tierras está considerado como un manjar digno de dioses.

Es un pez primitivo y su apariencia no deja a nadie indiferente, con un cuerpo largo y cilíndrico, desprovisto de escamas y con una piel resbaladiza. Su boca tiene forma de ventosa y está equipada con dientes afilados como pequeños cuchillos, con los que se adhiere a otros peces para alimentarse de su sangre. Como un vampiro. Y aunque no todas las lampreas son iguales, la de Arbo tiene fama de tener un sabor muy característico, motivo por el que se celebra cada año esta feria el último fin de semana de abril.

Lamprea, ese pez vampiro que es un pecado.Getty

A PARADANTA O EL ENCANTO OCULTO DE LOS BOSQUES GALLEGOS

La Feria de la Lamprea es una excusa para poder descubrir que la comarca de A Paradanta tiene mucho por descubrir como destino rural. Viajamos a lo más profundo de Galicia, entre colinas onduladas y bosques ancestrales que tapan la luz, un tesoro de la naturaleza donde se han forjado todo tipo de mitos y leyendas.

El paisaje en Paradanta se perfila por valles serpenteantes y colinas cubiertas de bosques de robles, castaños y abedules. Apenas podemos distinguir el suelo de ese manto verde que se mantiene durante todo el año, que acaricia con coquetería el horizonte y que regala atardeceres casi oníricos. Hay que andar con mucho ojo en la carretera porque no es raro que en estos parajes se cruce algún ciervo despistado en busca de algo que echarse a la boca mientras las aves rapaces vigilan su reino desde los cielos.

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Estas carreteras que cruzan el valle se retuercen con capricho entre escondidas y diminutas aldeas de piedra donde la vida transcurre al ritmo de las estaciones. Aunque el tiempo es muy cambiante en esta época del año, en primavera los campos se empiezan a cubrir de flores silvestres y los ríos a fluir con gran caudal de agua, por lo que la mejor forma de recorrer Paradanta y las parroquias del Concello de Arbo es deteniéndose en cada pueblo y tratar de escuchar el agua. Además, los pueblos de esta comarca conservan auténticos tesoros del arte románico, en muchas ocasiones detrás de la maleza.

El Miño cruzando Arbo.Getty

LA INQUIETANTE SOBRIEDAD DE LAS ALDEAS DE ARBO

Una escapada a Arbo no es nada sin detenerse sí o sí en esas pequeñas aldeas donde en ocasiones no ha llegado el asfalto a gran parte de su trazado y donde no se habla apenas el castellano porque el gallego ha impuesto su ley desde hace siglos. El río Deva, se abre camino entre los bosques que rodean estos pequeños pueblos centenarios hasta alcanzar al Miño para fundirse con él.

El punto de partida se encuentra en la bonita aldea de San Xoán de Arbo. El río es cruzado por un milenario puente romano que fue reconstruido en el siglo XII y cuyos arcos fueron el escenario de una cruenta batalla en el año 1809 contra los franceses. El ejército invasor aniquiló a los españoles, motivo por el que se levantó el pequeño monolito que hay al lado.

Alrededor del puente, la playa fluvial del Deva es hoy una zona recreativa que se integra en un bosque virgen y salvaje. Los grados de temperatura bajan aquí considerablemente, de ahí que se convierta en un paraje muy visitado durante los meses de calor. Pero ahora con poco turismo se hace delicioso poder fotografiar cada rincón de este pequeño edén rural, desde la orilla del río hasta las puertas del molino restaurado que vigila el paso de transeúntes.

En el pueblo de Cabeiras.Getty

Las demás parroquias se ubican en los alrededores de Arbo como minúsculos satélites rurales por donde el pie del turista apenas ha hecho acto de presencia. Reina la calma y el misticismo en San Xoán de Barcela, con la solemnidad de un calvario de tres cruces, un cruceiro y una capilla barroca del siglo XVIII. La casa que hay enfrente es un impresionante casa rural construida en 1850. Se trata de la Casa Cruceiro, la mejor opción para alojaros por estas tierras. En su exterior tiene una pequeña hornacina con imágenes de las ánimas del purgatorio. Si veis maíz o patatas, probablemente las haya dejado un hortelano para pedir buena cosecha.

La estampa se repite muy cerquita, en San Sebastián de Cabeiras, que aunque su preciosa iglesia barroca es un poco más antigua compite en sobriedad. En el camino a la parroquia de Cequeliños, el camino va dejando una estela de pazos y casas solariegas que provoca más de una parada para hacerse la foto de rigor. El Pazo de A Moreira es con toda seguridad la que más stories de Instagram arranca, con su torre estilo alemán del siglo XVIII y un jardín de ensueño que apunta al Miño. La pena es que al ser una casa privada no se puede visitar.

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PERO LA NATURALEZA MANDA

Si sois amantes de la naturaleza y el silencio, definitivamente la comarca de Paradanta es un destino que debéis pasar por alto. En este paraíso natural, las actividades al aire libre son infinitas. Desde caminatas por los senderos que serpentean junto a los ríos hasta emocionantes rutas en bicicleta de montaña que desemboquen en las famosas pesqueiras. Los ríos son la clave para sacar partido a ese enclave tan peculiar de la naturaleza gallega.

El río Cea nace en las montañas más altas de la comarca de Paradanta, en las proximidades del vértice geodésico Chan do Rei. Dejando como telón de fondo el parque eólico, se puede recorrer el curso del Cea hasta su desembocadura en el Miño en la villa de Arbo. Por el camino, de menos de un kilómetro, se abrirá camino un antiguo molino harinero y los restos de un antiguo castro. El final de la senda se cruzará una de las rutas más bonitas, el sendero de los pescadores, justo antes de llegar a la desembocadura con el Miño, que se puede disfrutar desde lo alto de un puente de madera.

Galician landscape - SpainOlivierGuiberteau

La Senda de los Pescadores es probablemente la expedición más estimulante. Por delante tenéis cerca de diez kilómetros de camino siguiendo el curso del Miño y atravesando los mismos caminos que han recorrido los pescadores de la zona durante siglos para acceder a las pesqueiras del río. El sonido del agua se cuela entre la verde espesura, quizás tratando de avisar de que las lampreas ya andan danzando por esa parte del río, que se “dejan ver”. Probablemente no consigáis ver una lamprea, pero si que os hartareis de hacer fotos en los muchos miradores que encontraréis durante el recorrido.

El tercer río en discordia es el Deva, también afluente del Miño y que tiene la tercera gran ruta verde que Paradanta te puede ofrecer. En este caso el punto de partida se encuentra en Arbo, en los aledaños de la estación. Desde aquí, un precioso camino se adentra en la arboleda y en dirección a las pesqueiras y muriendo en el puente de San Xoán de Mourentán, donde comenzamos la aventura. Probablemente a estas alturas no recordaréis que vinisteis a comer lamprea.

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