‘Los enviados’ temporada 2: Galicia misteriosa

Los nuevos capítulos de la serie de Juan José Campanella (‘El secreto de sus ojos’) llevan a Miguel Ángel Silvestre y cía hasta la costa gallega.
Los Enviados
JAIME OLMEDO

El pulpo a feira, el licor café, el Camino de Santiago, la Praza do Obradoiro… La segunda temporada de Los enviados (disponible completa desde esta semana en SkyShowtime España) se sitúa en Galicia, muy Galicia.

Si en la primera temporada, la serie tiraba del misticismo y realismo mágico mexicanos situándose en un pequeño pueblo del país azteca, ahora, busca más allá de los fantasmas y las meigas y los misterios. “Si bien tiene muchas historias de fantasmas, aquí nos agarramos más del tema de la Inquisición y del fanatismo religioso (…) En ese sentido es más thriller que horror”, explicaba en el estreno su creador y director, el argentino Juan José Campanella (El secreto de sus ojos).

Vista de A Guarda.

JAIME OLMEDO

La segunda temporada arranca con los dos curas protagonistas, Simón Antequera (Miguel Ángel Silvestre) y Pedro Salinas (Luis Gerardo Méndez) entrando en la Praza do Obradoiro, mostrándosela el primero al segundo en todo su esplendor. Hasta allí han llegado, requeridos por un antiguo amigo de Simón (Pepón Nieto) para que certifiquen si son ciertas las visiones que tiene una monja ciega residente junto a sus dos hermanas, también ciegas, en un convento de un pequeño pueblo en la costa gallega.

Porto da Lúa es el pueblo de ficción, una población, según explican sólo a 50Km de Santiago, “demasiado cerca y demasiado lejos”, porque está en el camino contrario a Finisterre, es decir, hacia donde no van los turistas. Es un “pueblo anclado en el tiempo” dicen de él, marinero, “el único pueblo de Galicia sin turistas” se queja su nueva alcaldesa (Marta Etura), que está decidida a que eso cambie gracias a la inversión extranjera y la modernización que una hermandad masculina intenta detener.

Luis Gerardo Méndez, Campanella y Miguel Ángel Silvestre.

JAIME OLMEDO

Porto da Lúa es, en realidad, A Guarda, en Pontevedra. Un pueblo mucho más turístico comparado con lo que vemos en la serie, pero igual de bonito. “Buscábamos una localidad marítima, no demasiado grande y con una belleza singular”, explica Alfonso López, productor de Los enviados. “De los muchos que tenemos con esas características en Galicia, A Guarda era el adecuado por su especial belleza y la privilegiada ubicación en la que se encuentra, enmarcado en la desembocadura del río Miño al Atlántico”.

Detrás de esta segunda temporada de Los enviados, junto a Campanella, está Portocabo, la productora responsable de títulos recientes como Hierro o Rapa, títulos en los que la importancia de las localizaciones se ha llevado un paso más allá, como ocurre ahora también en la historia protagonizada por Miguel Ángel Silvestre.

La plaza de Porto da Lúa en fiestas.

Jaime Olmedo

“La idea era que en esta segunda temporada las localizaciones fuesen un personaje importante dentro de la historia”, confirma Alfonso López. “Por eso, incorporamos, lugares de singular belleza, pero que también aportasen significado a la trama de la serie. Todo ello, manteniendo siempre la verdad y la esencia de los lugares. Porque para nosotros era importante contar una historia que trasmitiese verdad, también a través de sus lugares. De la misma manera, buscamos adaptar los personajes a la idiosincrasia propia de Galicia y de su gente. Estamos convencidos de que hemos sabido mostrar la belleza propia de Galicia en pantalla y que los espectadores se podrán sentir atraídos y con ganas de visitarnos”.

Ver fotos: los pueblos más bonitos de Galicia

La serie, estrenada en más de 80 países, es una embajadora de Galicia, una tierra a la que Campanella le tiene especial cariño por sus raíces. “Galicia la conocía más que México. Yo soy de abuela gallega y de abuelo asturiano, así que todas esas cosas estaban muy presentes en mi familia cuando yo era chico”, ha explicado, refiriéndose al licor café, por ejemplo.

DÓNDE SE RODÓ

Además de en A Guarda y Santiago (donde vemos la catedral, el Obradoiro y la Posada del peregrino), el rodaje de Los enviados ha pasado por el Convento de Santa Clara, utilizado para los interiores del convento de las monjas protagonistas; mientras que el exterior que vemos con los muros y arcadas del Monasterio de Santa María de Oia (“Un antiguo monasterio a orillas del Atlántico con un enclave espectacular”, cuenta López).

En el Convento de Sata Clara.

Jaime Olmedo

La ermita de Santo Amaro, en Forcarei, es la antigua ermita de Porto da Lúa, donde aparece el cuerpo crucificado. Y también se ve el cementerio de Fornelos. “Fue un trabajo de búsqueda de localizaciones muy exhaustivo y completo, para intentar encontrar estos espacios que gracias a sus propias singularidades no solo supusiesen un atractivo para el espectador, sino que también contribuyesen a la propia narración de la historia”, añade López que define los paisajes gallegos de Los enviados como “bellos, rurales, húmedos, auténticos y muy ligados al Océano Atlántico”.