Cabaret Satán y el Madrid clandestino

90 años después, resurge de sus cenizas un clásico del Madrid más canalla en una céntrica calle de la capital.
Miniatura de la estatua del ngel caído del Retiro en la entrada del Cabaret Satn de Madrid.
Cabaret Satán

Has pasado por delante de la puerta del infierno varias veces y no te has dado ni cuenta. Está ahí, en el número 18 de la céntrica calle Libreros. El portal no lo aparenta, pues no tiene cartel ni marca ninguna que traicione su naturaleza, pero tampoco es casualidad ver a tanta gente tocando al timbre, abriendo la pesada puerta negra e internándose en la oscuridad, descendiendo hasta, pudiera parecer, las entrañas de la Tierra. Adelante, cede a la tentación, toca al timbre. Desciende, nota cómo el ambiente va tornándose rojo con la luz carmesí. Al llegar abajo, te saludan dos obras de arte: un cuadro de Mario Carreño y una miniatura de la estatua del ángel caído del Retiro. Y con esto, para el entendido en la historia golfa de Madrid, ya está todo dicho. Los demás aún tenemos mucho que aprender antes de entender qué significa esta tercera iteración del Cabaret Satán en Madrid.

LAS FIESTAS INFERNALES DE MARIO CARREÑO

¿Qué hace un pintor medio cubano medio español que llega a Madrid con una beca de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando poco antes del estallido de la Guerra Civil? Pues, al parecer, abrir una de las coctelerías más irreverentes de la historia de la capital española, con su correspondiente oleada de indignación por parte del sector más conservador de la sociedad de la época, y un jolgorio equivalente para los más liberales.

La entrada del Cabaret Satán es todo un homenaje al local de Mario Carreño de los años 30.

Cabaret Satán

El diario conservador El Siglo Futuro hablaba tras la inauguración del local en 1934 de “música de selva, baile de epilépticos, música perversa y canalla, contorsiones…” (suena a velada memorable, pero ellos lo decían para mal), mientras que Fernando Sáez, director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda, que no solo fue amigo personal de Carreño sino un habitual del Cabaret Satán original, se refirió a “un lugar increíble donde se efectuaban fiestas infernales y donde corrían el champán Monserra, la manzanilla La Gaita, la sidra Sarracina”. El mismo poeta dejó reflejado que le parecía un sitio divertidísimo de Madrid porque todos los márgenes de la sociedad tenían un hueco en él.

No estaba este local ubicado en el mismo sitio, nos explica Gonzalo Pascual Mayandía, uno de los tres socios que han resucitado este trozo de la historia del ocio nocturno madrileño, sino “en los bajos de la Filmoteca del Cine Doré, ¿en el pasaje de ahora donde sabéis que hay puestecitos? Pues todo eso era el Cabaret Satán”.

MÁS ALLÁ DE LA CENSURA

Gonzalo se muestra sorprendido de la supervivencia de este local a la Guerra Civil y a los tiempos de la dictadura. “Sigue abierto con la censura, que le ha pasado por encima, pero también con esa doble moral. En estos regímenes de las dictaduras alternaban un poco en plena posguerra estos sitios con cantantes, con alcohol… La época dorada de la coctelería en Madrid es la de la posguerra, es cuando empiezan a llegar los actores de Hollywood, están Chicote, el Ritz, el Palace”.

El logotipo ha recuperado la tipografía que se utilizaba en el primer Cabaret Satán.

Cabaret Satán

Eso sí, en un régimen que se apoyaba tanto en la idea de España como una nación católica, no podía permitirse mantener abierto lo que habían dado a llamar “el templo a Satán”. “El nombre es la única condición que ponen para seguir abierto”, subraya Gonzalo. La solución es tan cómica que resulta digna de sainete, pues aquel local en el que se organizaban “orgías selváticas” subrayó su espíritu feroz con el nuevo nombre de Cabaret Tarzán. “Sabemos que había un neón fuera con el nombre, así que mantienen las dos últimas letras y acaba por llamarse el Cabaret Tarzán”.

Y ese es el nombre que mantendría hasta su cierre a finales de los años setenta. “Yo creo que este tipo de coctelerías, en esta época, están demodé" reflexiona Gonzalo. “Creo que el empuje de la Movida que va a venir en los años ochenta hace que lo nocturno cambie”. Y así, entre crestas de colores y canciones de Los Secretos, Madrid olvidó aquel templo al vicio que sobrevivió a una guerra y una dictadura.

UN PUNTO DE ENCUENTRO ENTRE LO MADRILEÑO, LO GROTESCO Y LO SENSUAL

El espacio intenta reflejar aquello que la investigación histórica ha conseguido desenterrar del pasado frívolo y morboso de esta coctelería: un sótano como lo fue el primer cabaret, con una iluminación tenue rozando en lo sórdido por su particular coloración carmesí, opulentas telas rojas (¿qué cabaret de los años 30 que se precie renunciaría al suntuoso encanto de la tela roja?), multitud de lámparas de cristal colgando del techo en un caos recargado, opulento y lleno de encanto; sofás de terciopelo con mullidos cojines y mesitas pequeñas, pues no deja de ser un lugar pensado para esa intimidad de lo clandestino.

El nuevo equipo del Cabaret Satán en Madrid tiene muy claro cuál es su objetivo con este local: “recuperar la memoria histórica de esta ciudad, pero no solo la memoria histórica, sino también la memoria nocturna, frívola y alcohólica de la ciudad, que para mí también es muy importante”, indica Gonzalo, que hace énfasis varias veces en la importancia de recuperar “ese espíritu”.

Las telas rojas, las lámparas de araña del techo y la iluminación tenue son a imagen y semejanza de aquel primer Cabaret Satán.

Cabaret Satán

¿Y qué ese ese espíritu, al final? El de un espacio para la otredad, para lo grotesco, para la deformidad de la noche, para algo tan vinculado con Madrid como el esperpento; de ahí también la aparición del tríptico de Francis Bacon que cuelga tras la barra y que, señala Gonzalo, risueño, “murió aquí porque le encantaba Madrid y tomaba Dry Martinis como si fueran agua”.

La carta de cócteles es una invitación a sumergirnos en esa noche madrileña que se deforma con el paso de las horas y las copas: un menú dividido en tres frases horarias que va ganando punch a medida que avanza la velada pero en la que reinan soberanos los sabores, colores, olores y productos de Madrid; eso sí, todo en clave vegana, porque no se utilizan productos animales ni en la bebida ni en la comida del Cabaret Satán.

El primer menú, disponible desde la apertura del local, consta de mezclas más similares al aperitivo, y en él predominan los vinos, los vermús y los sabores dulces, con un toque muy personal: el spritz añade a la mezcla de vermú, aperol, soda y cava la dulzura de los fresones de la huerta de Aranjuez, y en el Adonis resalta el contraste del vermú con mezcla de Jerez y naranja con las olivas de Jaén, un adorno que se convierte en el protagonista de la copa.

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A partir de las nueve comienzan a correr los licores y los destilados: el tropical Jungle Bird, que mezcla el orujo y las olivas con la frescura de la piña, o el encanto picante y sensual del Dark and Stormy, que une el chinchón y el ron con la pimienta en honor, nos explica la casa, del espíritu amoroso de Manuela Malasaña y del barrio que lleva su nombre.

Solo aquellos que lleguen al final de la noche podrán probar el enigmático Cóctel Satán.

Cabaret Satán

Y para aquellos que de verdad se internan en la oscuridad de una noche que nunca termina, se les aparece el rey de los condenados en forma de bebida: el tercer menú de la noche solo contiene como opción el Cóctel Satán, con una receta original y única que solo puede disfrutarse en los últimos 45 minutos de la noche.

Muchos años después de aquel mítico año 1934 en el que abrió su templo a la frivolidad, Carreño recordaba con nostalgia: “Yo tuve un cabaret en Madrid”. 90 años después, vuelve a tenerlo.

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