Senda El Forestal, el experimento ecológico de Villaviciosa de Odón

Recorremos esta agradable ruta circular en las afueras de la localidad madrileña.
Castillo de Villaviciosa de Odón
Jesús Casañas

En las afueras de Villaviciosa de Odón (Madrid) uno puede perderse en busca de tranquilidad a lo largo de las 20 hectáreas que conforman El Forestal, paraje conocido también como Prado Redondo. Este bosque debe su origen a los experimentos botánicos que los primeros ingenieros de montes de la Escuela del Castillo de Villaviciosa realizaron a lo largo de 20 años. Aquellas prácticas transformaron el olmedo que había en torno al Arroyo de la Madre en el jardín botánico que es hoy en día, donde idearon una red de cauces capaz de redistribuir el agua de la cuenca por todo el terreno a lo largo de un sistema autoalimentado y perfectamente sostenible.

De este modo encontraremos en la actualidad un bosque caducifolio propio de otras latitudes, con ejemplares de robles albares, robles carballos, tilos, avellanos, plátanos, arces, olmos, chopos, ginkgos, fresnos, castaños, pinos laricios, majuelos, saúcos, alisos o sauces. Están entremezclados con especies propias como encinas, alcornoques, cipreses, almendros, pinos piñoneros, pinos carrascos y hasta 350 especies más. Visita obligada para naturalistas y amantes de la botánica, y recomendada para cualquiera que quiera darse un agradable paseo al oeste de Madrid.

El Forestal.

Alamy

SENDA EL FORESTAL

Procedemos a recorrer el lugar gracias a la Senda El Forestal, propuesta y señalizada por el propio municipio. Se trata de una ruta circular de aproximadamente 2,4 kilómetros, de dificultad baja y sin apenas desnivel, que haremos en menos de una hora. El entorno tiene unas normas bastante estrictas: solo se puede acceder de día, no se puede fumar dentro ni hacer fuego, los animales deben ir con correa, el acceso con vehículos está prohibido (bicicletas incluidas), no se pueden recolectar plantas, y tampoco introducir comida.

Para enfilarla debemos ir a la entrada principal del Castillo de Villaviciosa. Su uso actualmente es militar, con lo cual no es visitable, aunque sí que nos podemos asomar al jardín histórico que tiene detrás. De frente, la Fuente de los Caños, monumento del siglo XVIII atribuido a Ventura Rodríguez. Bajamos cuesta abajo la calle y cogemos la senda (la veremos señalizada con carteles y flechas verdes) por la primera a la derecha. Se trata del Camino de los Lavaderos, convertido a día de hoy en un itinerario accesible para personas con movilidad reducida. Por allí pasa también el corredor de la Cañada Real de Madrid, una vía pecuaria que une en este tramo el río Guadarrama con la Casa de Campo.

Castillo de Villaviciosa de Odón.

Alamy

Tras cruzar la puerta tomaremos a la izquierda el Camino de los Cedros, para hacer así la ruta en el sentido de las agujas del reloj. Como su nombre indica, nos enseñará cedros del Himalaya, catalogados como árboles singulares por la Comunidad de Madrid. Tras bajar al río volvemos a subir, pero pronto torcemos a la derecha. Las flechas nos indican que lo hagamos por el Camino de los Cayetanos (donde al final veremos la Fuente de Albertus, con agua potable), pero es más divertido hacerlo por las pasarelas dispuestas en el Paseo de los Alcornoques (el itinerario propuesto en el catálogo del PDF). En realidad, lo más divertido es perderse por el laberíntico lugar en el que nos encontramos (siempre y cuando no abandonemos los caminos señalizados).

Ver fotos: 14 escapadas a tiro de piedra de Madrid

En cualquier caso, Cayetanos y Alcornoques discurren de forma paralela. Ambos nos llevarán hasta el Paseo de los Enamorados, desde donde cogemos el Sendero del Paredón, paralelo al Arroyo de la Madre. Al final, nos hará cruzar su cauce hasta ver el paredón que da nombre al camino. Regresaremos por el Camino del Caño dorado, que nos devolverá al punto de partida por la orilla contraria del río.

Camino de los cedros.

Jesús Casañas

Además de los numerosos árboles, veremos un montón de aves, desde pájaros carpinteros hasta oropéndolas, pasando por algunas rapaces nocturnas como mochuelos o lechuzas comunes, así que si nos gusta la ornitología no estará de más echarnos unos prismáticos a la mochila. Hay asimismo diversos miradores y zonas de descanso, con lo cual podremos alargar la visita a nuestro antojo hasta que se vaya el sol.

Ver más artículos

SUSCRÍBETE AQUÍ a nuestra newsletter y recibe todas las novedades de Condé Nast Traveler #YoSoyTraveler