El viajazo (VIII): allá donde la vida es larga y buena

Viajar cuando se es joven es fácil; viajar cuando se es menos joven, una medicina. Viajar allá donde saben vivir es un aprendizaje.
El viajazo Coccoon Ron Howard
20th Century Fox

“Esta serie es para entretener e informar. No para dar consejos médicos”. Así empiezan algunas series y así comienza el viajazo de hoy. Aquí no damos órdenes ni sermoneamos desde un púlpito. Aquí hablamos de lugares geográficos (y mentales, porque a veces son los mismos) donde nos gustaría viajar y viajamos. Hoy preparamos la maleta para viajar allá donde la vida es larga y buena, hacia las zonas azules, hacia esos hoteles que alargan la vida, los Marigold del mundo. Aquí no daremos órdenes, pero sabemos soñar a lo grande.

Viajar cuando se es joven es fácil; viajar cuando se es menos joven, una medicina. Viajar allá donde saben vivir es un aprendizaje. Mezclaremos todo eso en una coctelera desordenada y con hielo. Un buen cóctel se disfruta a cualquier edad.

Judi Dench en El exótico hotel Marigold (John Madden, 2012).Disney +

Comenzamos por las Zonas Azules, cada vez más mediáticas y protagonistas de la conversación en torno al bienestar, y estos párrafos van de eso, de bienestar. Esta es una historia conocida que, además, vamos a repetir por si queda alguien que no haya oído hablar de ella. El concepto de Zona Azul nació en Italia con este siglo; allí, dos investigadores, el belga Michel Poulain y el italiano Gianni Fes, localizaron lugares en los que la longevidad era alta y los marcaron con un bolígrafo azul; de ahí el nombre. Años después, el explorador Dan Buettner remató esta idea en un libro The Blue Zones: Lessons for Living Longer from the People Who've Lived the Longest, que es el origen de la serie de Netflix Vivir cien años, que no solo recorre las zonas, sino que estudia sus patrones para poder aplicarlos a nuestra vida. Ellos definieron las cinco Zonas Azules: tras comenzar con la región de Ogliastra (Cerdeña), ampliaron la lista a Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Loma Linda (California) y la península de Nicoya (Costa Rica). Viendo la serie queremos viajar allí, cómo no y, sobre todo, queremos aspirar a vivir como sus habitantes: con intensidad, bien rodeados, comiendo sano (y no aburrido), con tareas, pero sin presiones, moviéndose de forma natural, sin tener que reservar una clase en un gimnasio. La genética tiene peso en esta longevidad feliz, pero los hábitos también son muy responsables. La idea es conocer estos entornos, observar y copiar; sí, copiar.

Las cinco zonas azules existentes no son definitivas; de hecho, la idea es crear más a lo largo del mundo: se pueden provocar. Es lo que pretende Sha Wellness Clinic, que ya en su gastronomía sigue los patrones de las zonas azules. En su próxima aventura, la que iniciará en Emiratos en 2026, desarrollará la que llaman “primera isla enfocada a estilo de vida saludable en el mundo”. Serán 25 hectáreas entre Abu Dabi y Dubai, que llevará allí la experiencia del Sha y la voluntad de convertirla en la sexta Zona Azul del mundo. La idea es crear una isla de longevidad y salud: un Cocoon del siglo XXI. Permaneceremos atentos: el futuro (también) será eso.

Vistas del mar desde una suite en SHA Wellness Clinic México.SHA Wellness

Mientras tanto, viajaremos a lugares que ya existen. Es más fácil. En las Zonas Azules hay islas, pueblos empinados en la montaña, lugares urbanos y remotos y en ellos, como en tantos sitios, lo relevante no es lo físico, sino lo humano. Los mejores monumentos siempre son las personas y un viaje en el que no se hable con quienes viven en el destino no es un viaje, es un desplazamiento.

Comenzamos el viaje en Okinawa. En esta isla japonesa hay un hotel del sello Hoshinoya, uno de los más exquisitos del mundo. Sus hoteles están en un lugar entre el presente y el futuro y procede reservar un vuelo solo para descubrirlos. Este lugar tiene vistas al océano, una arquitectura apacible y unos patios y piscinas que, solo mirarlos, revitaliza. Rodearse de belleza prolonga la vida.

Icaria es una de las 6.000 islas que hay en Grecia, pero no es una más. Es, y esto es un piropo, como (casi) todas las cicládicas: un lugar de belleza íntima y cruda, de pueblos sin pretensiones, vida lenta, tabernas junto al mar, playas de agua transparente y línea directa con la tierra. En Icaria comen muchas patatas, aleluya, y viven muchos años, lo cual es una alegría para los amantes de los hidratos. Podemos dormir en Erofili, situado en Armenistis, que tiene sabor de casa familiar y todo lo que se le pide a un hotel de vacaciones.

Seychelles, en la isla griega de Icaria.Laura Cano

La otra isla europea que ha logrado ser Zona Azul (y la primera que se definió) está en Cerdeña, en lo alto de unas montañas. Es una zona de pueblos en cuestas que son mejor que cualquier bootcamp y están poblados por personas longevas con buenas piernas, que comen mucha minestrone, se sientan a la mesa a compartir y celebrar y usan su sabiduría natural (y hierbas) para curar algunos males. La vida no es difícil ni fácil, simplemente es. En Ogliastra hay almuerzos largos, pueblos bien conservados y lugares como Monte Turri, que tiene forma de pequeño pueblo y que mira al mar, que siempre, siempre genera bienestar.

En Costa Rica está otra de las Zonas Azules del mundo. Allí, en la Península de Nicoya, los habitantes no conocen el sedentarismo, la pereza ni los procesados. Y tienen cerca al mar. Mirando a ese mar está el Andaz Peninsula Papagayo, un hotel que se toma muy en serio el hecho de estar en una Zona Azul y propone un retiro de una semana para aprender los hábitos que han convertido a este lugar en un modelo de longevidad. Se llama Blue Zones Retreat y se celebrará del 24 al 30 de junio. En estos seis días hay movimiento, clases de cocina, actividades humanitarias, comida acorde con los parámetros de las zonas azules (granos, verduras..) y herramientas para reorganizar tu vida; nada más y nada menos. El hotel, en sí solo, merece un viaje: sus habitaciones son ejemplo de buen diseño y eso también ayuda a vivir mejor.

Nicoya (Costa Rica)Sebastian Corrales on Unsplash

La Zona Azul más imprevisible es la situada en Loma Linda, en California. No es una isla, ni está rodeada de montañas salvajes. Es una comunidad adventista urbana situada a una hora de Los Ángeles; de este lugar se aprende la importancia de tener algo en lo que creer. En las comunidades en las que se reza, los beneficios son similares a los de la meditación: el truco es no hacerlo para pedir, sino para agradecer. No es poca cosa. Cerca de Loma Linda está The Ranch at Laguna Beach, de Beyond Green, un hotel clásico de los años 50 renovado bajo los parámetros de la sostenibilidad. No dice que es sostenible, lo es. Y su piscina curva es magnética.

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La industria del bienestar, que espera mover 1,3 trillones de dólares en 2025 (según Global Wellness Institute) ya ha superado al concepto de spa, yoga y zumos de frutas. Se ha complicado y el concepto de las Zonas Azules forma parte de esta complicación. Hay más: hoteles que crean edificios enteros dedicados a la salud, clínicas de bienestar para toda la familia, como Zulal, retiros de todo tipo: desde los creativos a los que curan el duelo. El bienestar no es un extra, será parte del viaje porque es parte de la vida. Y se vive como se viaja. Viajemos muchos años, si lo vamos a hacer con gracia y ganas. Vivamos muchos años, si lo vamos a hacer con gracia y ganas.

Villa Palladio Jaipur (India)Villa Palladio Jaipur

El futuro quizás sea vivir según marcan los habitantes de las Zonas Azules e inventar algunas nuevas. Además, creemos (y aquí sí estamos pontificando) que viajar, que es tener algo en el horizonte, ilumina la vida. El hotel Marigold es una metáfora de esos lugares que son refugio y alegría cuando la edad se acumula, cuando más se necesitan. No es necesario ir hasta Jaipur, donde se sitúa el desastroso, aunque encantador, hotel de la película, aunque ojalá. No es preciso que sean hoteles lujosos, pero sí pedimos que sean estimulantes; tampoco necesitan tener carta de almohadas, con unos cojines mullidos es suficiente. Las piscinas infinitas no son obligatorias, pero sí lo son unos sillones de mimbre a la sombra de un árbol. En ellos no se pregunta por los metros de una suite, ni siquiera si tienen minibar: hay sofás algo desgastados donde tomar algo a final del día. O cuando queramos, porque en estos hoteles y cuando ya se ha viajado mucho, en la vida y en el mapa, ya no hay prisa. Cualquier hotel, cualquier viaje que suponga una ilusión para alguien, es bueno. Puede ser uno a Benidorm o Mallorca, una ruta en tren en el Transcantábrico o en un crucero, una casa rural en Cantabria o un Aman. Gloria a todos ellos. Lo importante es mirar hacia el futuro y ver algo.

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