Te pasa Sevilla

Recorremos la capital andaluza libres de prejuicios y con el corazón en la mano, deleitándonos con las notas del flamenco y el aroma a azahar que anuncia la primavera. Porque Sevilla bien vale un tópico.
Plaza de España Sevilla
Félix Lorenzo

Se puede saber mucho de una persona por la forma en que reacciona a estas tres cosas: una mancha de vino en la alfombra, una maleta extraviada y la primera vez que pone un pie en Sevilla. Silencios, exclamaciones, gestos de incredulidad, juramentos... algunos incluso han derramado lágrimas –en las tres ocasiones–.

“Lo malo no es que los sevillanos piensen que tienen la ciudad más bonita del mundo... lo peor es que puede que tengan hasta razón”, afirmó Antonio Gala en una ocasión. Nunca sabremos si se arrepintió de pronunciar aquel “puede”, lo que sí tenemos claro es que no hay viajero que se muestre indiferente a la belleza de Sevilla, a ese duende que habita en sus calles y taconea en la orilla del Guadalquivir.

Una de las torres de la Plaza de España.Félix Lorenzo

Hay parisinos que nunca han entrado en la Sainte-Chapelle, romanos que dan un rodeo para evitar a los turistas que se agolpan en la Fontana di Trevi y londinenses que tienen demasiada prisa como para admirar la fachada de la Catedral de St. Paul de camino al trabajo. Es muy difícil que veas a un sevillano pasar por delante de la Giralda sin desviar la mirada.

Plaza de España, Sevilla.Félix Lorenzo
Flamenco en la Plaza de España.Félix Lorenzo

“Nací dos calles más arriba, hace 70 años, he vivido en Sevilla toda mi vida, y créeme, es imposible acostumbrarse a lo extraordinario”, comenta la señora de al lado. Al vernos dudar, se ha tomado la libertad de pedir por nosotros el desayuno: tostadas de la casa, café con leche y zumo de naranja natural. Por petición expresa de Carmen no revelaremos el nombre de su lugar favorito para empezar el día, pero sí te diremos que las mañanas de Sevilla forman parte de lo que nuestra (a estas alturas) querida amiga considera extraordinario.

Palmeras bajo el sol sevillano.Félix Lorenzo
Sombreros Maquedano, Sevilla.Félix Lorenzo

Bajo los rayos de un sol que a veces abrasa y a veces sana, Sevilla se despierta con la certeza de que el río le devolverá su reflejo una vez más, susurrándole al oído que sigue siendo la más hermosa del reino. Las calles se desperezan con el aroma del azahar; la Plaza de España ensaya su mejor pose a la espera de que lleguen los primeros turistas; y los muros del Real Alcázar cuentan historias de reyes y reinas, de gestas y derrotas, de amores furtivos e intrigas que el tiempo no ha querido olvidar.

Pavos reales en los jardines del Real Alcázar.Félix Lorenzo

No hace falta subir a lo alto de un acantilado o perderse en la inmensidad del desierto para reparar en lo pequeños que somos: basta cruzar el arco del Patio de Banderas. A nuestras espaldas, el barrio de Santa Cruz, parte de la antigua judería; a la derecha, el Archivo General de Indias; a la izquierda, la Catedral, el templo gótico más grande del mundo, y la Giralda, un minarete transformado en campanario y coronado por el famoso “Giraldillo”.

¿Qué tendría que decir Stendhal ante tamaña superposición de siglos, religiones, culturas y legados? ¿Silencio, gritos, lágrimas o una sucesión en cadena de todo lo anterior? El casco antiguo en forma de laberinto desafía a Google Maps y a cualquier viandante despistado, pero nosotros nos dejamos guiar por el estómago y por el jolgorio que empieza a hacerse notar a la hora del tapeo –que en realidad puede ser cualquiera–.

Casa Plácido.Félix Lorenzo
Casa Palacios.Félix Lorenzo

Bares y tabernas de toda la vida –como Casa Plácido, El Rinconcillo, la Cervecería Giralda, el Patio San Eloy y Casa Palacios– conviven en armonía con espacios más jóvenes –como Ovejas Negras y Sal Gorda– y alegran los paladares con montaditos de pringá, chicharrones, ensaladilla, caracoles, espinacas con garbanzos y muchas otras delicias.

Pero no solo de tapas vive la capital hispalense, que alberga multitud de restaurantes para los más sibaritas: desde el onírico Casa Ozama a los estrella Michelin Cañabota y Abantal, pasando por la deliciosa propuesta de Javi Abascal en Lalola y la cocina japonesa de Nobu y Kinu. En Sevilla, cada bocado es una fiesta, y cada sobremesa, un festín de anécdotas, risas, suspiros y algún que otro estribillo a capela.

Patio andaluz, Sevilla.Félix Lorenzo
Una barca desafiando al sol abrasador en la Plaza de España.Félix Lorenzo

Cuando el sol de las cuatro de la tarde cae sin piedad, lo mejor es entregarse a uno de los mayores placeres de la vida –con perdón de la comida–: el arte. Refúgiate entre los lienzos de Zurbarán, El Greco, Murillo y Valdés Leal en el Museo de Bellas Artes; visita el Palacio de las Dueñas; toma un refrigerio digno de reyes en el patio del Hotel Alfonso XIII; cruza el río para ver qué se cuece por el CAAC (el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo); dale una oportunidad a las galerías y salas de exposiciones –Delimbo y Espacio Derivado no te defraudarán–; y, creas en lo que creas, entra en la Iglesia del Salvador, en Santa María la Blanca, en San Luis de los Franceses y en la Basílica de la Esperanza Macarena. Si te topas con una procesión –que también las hay fuera de la Semana Santa–, el fervor hablará sin necesidad de articular palabra.

Si vas a la Feria de Abril, disfruta de cada palma, de cada canción, de cada rebujito, de cada rayo de sol –y de luna–…. Porque esta “fiesta” es mucho más que una fiesta: es un símbolo de identidad, una declaración de amor y de principios que nos recuerda que la vida está hecha para vivirla con pasión.

Azulejo de la Virgen de las Nieves en la Iglesia de Santa María la Blanca.Félix Lorenzo
Taller de The Exvotos.Félix Lorenzo

Aquí, el talento nunca se acaba, prueba de ello son las maravillas florales de Juanma González enn Orangerie; cada una de las prendas confeccionadas por Beatriz y Fernando Claro, de Claro Couture; o la cerámica del dúo formado por Luciano Galán y Daniel Maldonado, fundadores del taller The Exvotos; entre muchos otros artesanos enamorados de su ciudad –y quién no–.

El atardecer llegará al compás de una guitarra, declarándole su amor eterno a Sevilla mientras mil corazones laten al unísono en las barras y tablaos de Triana con la esperanza de que la noche no acabe. Pero dicen las malas lenguas que la pasión, tarde o temprano, se acaba. Y un día, te sorprendes a ti mismo recordando aquel amanecer a los pies de la Torre del Oro, los paseos por la calle Sierpes, el rumor de la primavera en el Parque de María Luisa, la esbelta –y a la vez etérea– Giralda acariciando el cielo, el sonido de los coches de caballos, el perfume de los naranjos, el tintineo de las copas de vino, esa voz desgarradora que partía la noche en dos agitando las aguas del mismísimo Guadalquivir.... Qué te pasa, te preguntarás. Te pasa Sevilla.

Restaurante El Limón, en el Hotel Don Ramón.Félix Lorenzo
Setas de Sevilla.Félix Lorenzo

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Setas de Sevilla al anochecer.Félix Lorenzo
Palmeras bajo el sol sevillano.Félix Lorenzo

Este reportaje fue publicado en el número 159 de la revista Condé Nast Traveler (Invierno 2023). Suscríbete a la edición impresa (15,00 €, suscripción anual desde nuestra web). El número de otoño de Condé Nast Traveler está disponible en su versión digital para disfrutarlo en tu dispositivo preferido

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