¿A qué huelen los cuadros?

¿Qué olor le pondrías a un cuadro de Monet? ¿Y a una naturaleza muerta? No seremos sinestésicos, pero hay una exclusiva experiencia que permite sentirse de forma parecida durante un rato.
¿A qu huelen los cuadros
Museo Thyssen

Ante un cuadro, es la vista la que se activa; en cambio, una canción lleva al oído a trabajar. Sin embargo, un número pequeño de población siente por varios sentidos al mismo tiempo ante un solo estímulo. Este cruce sensorial le pasaba, por ejemplo, a Kandinsky, que podía ver el sonido, literalmente. Y es que el artista ruso veía colores y formas en los sonidos, y en presencia de estímulos visuales, ocurría al revés, cada color traía asociada una armonía o vibración determinada.

Al igual que Kandinsky, Billie Eilish o Kanye West son personas sinestésicas, una rara cualidad neurológica que afecta al 1% de la población y hace que los sentidos se superpongan y se puedan percibir varios a la vez. Numerosos estudios han demostrado que la sinestesia puede ocurrir con cualquiera de los cinco sentidos, aunque el más común es asociar palabras con colores. Sin embargo, puede ser también sentir un sabor amargo al tocar una superficie o, como al artista, ponerle música a cada color. De hecho, es posible entender mejor el concepto en la plataforma Sounds Like Kandinsky’, donde puedes escuchar sus obras, tal como a él le ocurría.

¿Y el olfato? ¿A qué huelen los cuadros? ¿Qué olor le pondrías a un cuadro de Monet? ¿Y a una naturaleza muerta? Hay lienzos en los que resulta fácil emular un aroma, como, por ejemplo, ante un campo de rosas o el interior de un templo religioso. Sin embargo, poder sentirlo, como ocurre en la sinestesia, ya es otro cantar.

EL ARTE SE HUELE EN EL THYSSEN

No seremos sinestésicos, pero hay una exclusiva experiencia que permite sentirse de forma parecida durante un rato. Aunando vista y olfato, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, la prestigiosa firma de cosmética Alqvimia y el spa del hotel JW Marriott, abierto hace un año, han unido fuerzas para crear un extraordinario viaje que hará que a partir de ahora siempre quieras ver un museo así.

Interior de una Iglesia Gótica, Emanuel de Witte.Museo Thyssen

“Los aromas dan información, siempre han servido a los artistas para ofrecer sensaciones”, asegura la guía que lleva a cabo este paseo que recorre 9 obras del museo Thyssen aunando aromaterapia y arte. “Y es que los cuadros huelen”, asegura delante de Interior de una Iglesia Gótica (1669) de Emanuel de Witte.

Resulta mágico sentir los aceites esenciales del incienso y la mirra en la nariz mientras se observa la penumbra que el holandés plasmó hace cuatro siglos. Porque, Vademecum en mano, para esta experiencia a cada cuadro le han asociado un aceite esencial en concreto, que se respira delante de la obra en cuestión, activando así, al mismo tiempo, olfato y vista.

Si alguna vez te has preguntado por qué las iglesias utilizan incienso, este olor se reconoce especialmente por su poder para aportar equilibrio emocional, lo que en una iglesia se traduce en purificación y elevación del espíritu. Resulta interesante que la mirra también encaje a la perfección con esta imagen. Muy utilizada en la antigüedad para perfumes, ungüentos y bálsamos, pues fija las notas del perfume y aporta armonía espiritual, seguridad y calma, explican desde Alqvimia que “dado que tiene un sentido más humano, pero es también balsámico”, resulta perfecto para unir lo terrenal y lo divino.

Bodegón con porcelana y copa Nautilo, Willem Kalf.Museo Thyssen

Especialmente mundanal resulta la naranja, vital como ella sola. Estamos ante un bodegón del siglo XVII pintado por Willem Kalf, una de esas clásicas naturalezas muertas holandesas donde lo inanimado, sin embargo, transmite vida. De ahí que el aceite esencial de naranja, que “representa la ilusión y las ganas de vivir”, encaje a la perfección. Como curiosidad, “en los cuadros de esta época era el pigmento más caro”, detalla la guía, y “la monda se utilizaba para demostrar la pericia artística. Cuántas más vueltas a la monda, mejor era el artista”.

Sin embargo, la naranja también se “relacionaba con sentimientos amorosos”. Y por eso, con el aceite esencial de Neroli (fruto de la destilación al vapor del agua de flores del naranjo amargo), también se activa ante Vertumno y Pomona (1637-1640) de Caesar van Everdingen.

La historia de Vertumno y Pomona muestra un final feliz en una historia de amor, narrada por Ovidio en las Metamorfosis en el libro XIV. Pomona, diosa de la fruta y de los árboles frutales, aparece con Vertumno, disfrazado de vieja para cortejarla. “Los dioses siempre aparecen descalzos”, señala la guía, que asocia el neroli al momento plasmado en el cuadro porque “este cítrico se asocia al mismo tiempo a la pureza y al amor.

Vertumno y Pomona, Caesar van EverdingenMuseo Thyssen

También podríamos decir que los cítricos nos conducen directamente al verano. ¿A qué huelen los cuadros que nos transportan a la primavera? La respuesta la marca la siguiente parada: Gauguin con Mata Mua.

El paisaje idealizado de Tahití, con montañas moradas y varias mujeres adorando a Hina, deidad de la luna, es “un canto a una vida en extinción que el artista descubrió en su viaje en 1891” y solo el aceite esencial Ylang Ylang podía ser su aliado. Este aceite, que se extrae de la flor del mismo nombre, originaria del Índico, significa “flor de flores” y está fuertemente relacionada con el placer, el deseo y la feminidad. En el propio cuadro de Gauguin aparecen pintadas estas flores con forma de estrella con un aroma muy dulce y agradable.

Mata Mua, Paul Gauguin.Museo Thyssen

La lavanda inunda todo cuando uno se sitúa ante Renoir. Mujer con sombrilla en un jardín (1875) muestra flores y matorrales en un jardín sin horizontes, con figuras recogiendo alguna flor. Más paz y armonía, como la lavanda, imposible. En cambio, Monet huele a rosa. Sus nenúfares son la representación pura del verano, de la naturaleza, y, es más, esta flor es producto fetiche en más de una obra suya. Lo deja claro la elección del Thyssen para disfrutar de La casa entre las rosas (1925) mientras el aceite esencial de Rosa Búlgara es el escogido por sus beneficios antidepresivos y relajantes.

Una rosa es una rosa… y del verano puede llevarte también al invierno. Lo demuestra el aceite esencial de Palo de Rosa escogido para oler Orquídea y Colibrí cerca de una cascada (1902) de Martin Johnson Heade, y es que este cuadro paisajista refleja la admiración del artista por la riqueza del Trópico, por esa naturaleza balsámica que, como el Palo de Rosa –que se extrae de un árbol y no de ninguna rosa como su nombre indica– es un excelente bálsamo emocional, que ayuda a entender de forma relajada los ciclos de la vida. Aquí el verano es frío, pero curativo.

Mujer con sombrilla en un jardín, Pierre-Auguste Renoir.Museo Thyssen
Orquídea y Colibrí cerca de una cascada, Martin Johnson HeadeMuseo Thyssen

Y ya que estamos hablando de estaciones, ¿a qué huele a otoño? Puede ser a ciprés, como es el caso del Árbol solitario y árboles conyugales (1940) de Max Ernst.

En la mitología griega, Cipariso era amante de Apolo, a quien convirtió en ciprés tras matar por error a un ciervo domesticado para poder llorarlo eternamente. Y es que este árbol es conocido por su longevidad, así como por su relación con la muerte. También es de lo más resistente, motivo por el que quizá Ernst, que acababa de salir de un campo de concentración y se disponía a dejar Alemania rumbo a América, decidió utilizarlo como motivo para esta obra simbolista que al mismo tiempo refleja belleza paradisíaca y apocalíptica.

Árbol solitario y árboles conyugales, Max Ernst.Museo Thyseen

¿Y por qué no a cedro? Con Paisaje Sudamericano (1856) de Frederic Edwin Church, el artista recuerda el viaje que hizo en 1853 por Sudamérica desde su estudio de Nueva York. Sin perspectiva, son recuerdos de lo que aquí pinta, con los aromas superponiendo distintos ecosistemas y plasmando desde el volcán Chimborazo hasta palmeras, puentes o cascadas. Este antiséptico natural proporciona una mente clara y despejada, a la vez que contrarresta el mal humor y calma la irritabilidad, tal como le ocurriría a Edwin Church en su momento.

OLER PARA CURAR

El culto a la nariz no termina en el museo. Esta experiencia olfativa se completa en el spa JW Marriot Hotel Madrid, con un Ritual de Aromaterapia diseñado junto a Alqvimia para la ocasión. Para ello, las cuatro estaciones se convierten en el leitmotiv de una experiencia facial y corporal difícil de olvidar.

Habrá que catar y escoger en primer lugar los aceites que más sintonicen con el estado de ánimo del momento. Puede ser la primavera –con aceite esencial de neroli e ylang ylang–, el verano –naranja y lavanda–, el otoño –cedro y ciprés– o el invierno –incienso y palo de rosa–.

Ver fotos: Los 38 cuadros que hay que ver antes de morir

Y, entonces, dejarse mimar con una estimulación y tonificación integral del cuerpo, desde los pies hasta la espalda, con el Agua reina de Hungría, a la que sigue una exfoliación ligera con sal y aceite. Con la piel corporal liberada de toxinas se realiza un masaje neurosedante en todo el cuerpo siguiendo la técnica Balinesa de drenaje meridional y con el protocolo de Alqvimia, trabajando todos los chakras corporales con los aceites esenciales en sinergia con el cuarzo blanco, rosa y verde.

Finalmente, un Ritual Facial incluye doble limpieza, tonificación de Agua de Azahar y Rosas, exfoliación ligera a base de aceite de jojoba, mascarilla Eternal Youth en los ojos y masaje Kobido Green, sirven para llegar al colofón final, una crema facial regenerante y contorno de ojos con los que terminar el día radiante.

El spa de JW Marriott es la perfecta definición de ‘pequeño, pero matón’.Sergio Martínez

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