Naladhu Private Island: Maldivas solo para ti

Su nombre lo dice todo: Naladhu Private Island tiene solo 20 villas, todas con jardín y piscina privada, servicio Kuwaanu 24 horas y mar, todo el mar del mundo.
Naladhu Private Island Maldivas
Anantara

El día que escuché estas tres palabras aún no sabía si mágicas o qué, “Naladhu Private Island”, mi mente viajó de inmediato a la de un tocayo de mayor talento y peor fortuna vital, don David Foster Wallace. Y es que no lo puedo evitar: cada vez que escucho hablar de cruceros y, por extensión, de resorts, lunas de miel comme il faut y destinos idílicos con fotogenia propia de salvapantallas me viene a la cabeza Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, el imprescindible y descacharrante libro de Wallace que surgió de un encargo periodístico: viajar en un crucero todo incluido por el Caribe para publicar un reportaje en una revista de moda. Algo así como lo que le sucedió a Capote en A sangre fría, que una cosa llevo a la otra… solo que la historia del primero resulto ser, en cierto modo, más inquietante.

Villas junto a la playa en Naladhu Private Island.Anantara Hotels & Resorts

“He aprendido que hay diferentes intensidades del azul más allá del azul muy, pero que muy intenso. He comido más comida y más elegante que en toda mi vida (…). He visto bancos de pececitos con las aletas brillantes. He visto maletas fluorescentes, gafas de sol fluorescentes y más de veinte marcas distintas chanclas de goma”.

A partir de la última frase ya dejamos de coincidir el bueno de Wallace y quien firma estas líneas. Porque aquí termina la ironía y el símil a cuento de mi primera vez en Maldivas: mi viaje fue algo supuestamente divertido que… volvería a hacer mañana mismo. Sobra decir que ni siquiera vi maletas fluorescentes, tampoco gafas de sol fluorescentes y muchísimo menos chanclas de goma. Entre otras razones porque en Naladhu Private Island no te encuentras con (casi) nadie. Y tampoco existen las chanclas: se va descalzo. La felicidad de ir descalzo, esa que algunos practicamos con fuerza en casa y, siempre que viajamos, donde nos dejan, se ha dado en llamar ahora barefoot luxury (lujo descalzo) porque sí, lo es. Solo por eso volvería a Naladhu mañana mismo. Para quitarme los zapatos.

Al tema. Aquí la crónica de un viaje que, insisto, volvería a hacer mañana mismo. Y tú… tú estás tardando.

Naladhu Private Island, Maldivas.David Moralejo
David Moralejo

A Naladhu Private Island llegas en barco desde el aeropuerto de Male, en la capital de Maldivas. Mejor dicho, en yate. Un yate privado llamado Nirvana –empezamos ya elevándonos– porque todo desde que bajas del avión será así: solo para ti, para vosotros,. Planazo. Tras una travesía de poco más de media hora te darás de bruces con el tópico, ese que has visto en los catálogos, en las películas, en The White Lotus, en los stories de la luna de miel de esos amigos: el cálido y musical recibimiento, que de verdad lo es, por parte del equipo del hotel, que te espera sonriente en el muelle de la isla. De la que pronto será TU isla. Por cierto: Naladhu significa “isla hermosa”.

No nos detendremos aquí en si a Naladhu va fulanito o menganita, si es el refugio favorito de tal magnate, futbolista, actriz o cual estrella del couché. No jugamos aquí a eso, sino a defender lo contrario: la absoluta discreción con la que los kawaanu –asistentes personales que se encargarán de todo lo que necesites durante la estancia– ejercen su trabajo. Nadie sabrá que estás aquí si no quieres, ni siquiera los otros huéspedes –son veinte villas en total– porque cada casa tiene todo lo necesario para no salir –piscina, room service, ducha exterior e interior, varias estancias, jardín…– y la playa genera la intimidad necesaria para nadar en absoluta soledad si así lo quieres. En cualquier caso, también puede alquilarse la isla completa para un máximo de hasta 50 personas (estancia mínima de 3 noches).

Las villas son un espectáculo tal que enseguida barajarás la idea de no salir de la tuya: enorme dormitorio con salida al jardín, piscina privada, un amplio, amplísimo baño con ducha exterior e interior, bañera, zona de relax con columpio-cama… La tele es enorme también, pero quién quiere ficción estando rodeado de semejante realidad.

La vida a partir de este instante será un dolce far niente sin freno. O depende. Porque a la opción (nada desdeñable) de rodar de tu villa a la playa y viceversa y alterar esta rutina solo en las horas de comer se suma la de disfrutar de las numerosas actividades que ofrece el hotel.

Aclaremos antes que Naladhu es una isla privada, pero no remota. O no tanto. A través de un puente de madera podrás cruzar a Anantara Veli Maldives Resort, hotel hermano solo para adultos que presume de exuberante y colosal spa, Balance Wellness by Anantara. Aunque en Naladhu también hay un pequeño spa para tratamientos y masajes con cita previa, además de gimnasio, merece la pena que visites a los vecinos y compruebes en cuerpo y alma por qué los spas de Anantara son venerados en todo el mundo. En Veli también hay un estupendo restaurante japonés, Origami. No lo dejes pasar. Y al lado de Veli se encuentra Anantara Dhigu, destinado a familias –aquí sí, niños welcome– y por el que también podrás pasear. Tu privacidad seguirá intacta de regreso a la villa, pues los clientes de estos dos resorts no tienen acceso a Naladhu. A tu isla. Por cierto, al cruzar el puente verás otro restaurante: es Baan Huraa, tiene una ubicación impresionante frente al Índico, de espaldas al atolón, y su cocina tailandesa hará que te plantees repetir. Mucho.

Restaurante, The Living Room, Naladhu Private IslandAnantara Hotels & Resorts

Y es que vas a comer rematadamente bien. Los escépticos creerán que resulta difícil eso en Maldivas, donde la logística impide ensalzar cocinas de kilómetro cero. Es difícil, pero no imposible. El desayuno típico maldivo, de sabores muy similares a los del cercano sur de India, es una auténtica delicia que debes probar sí o sí, aunque en Naladhu haya también clásicos desayunos continentales. El resto del día comprobarás que se preocupan de la calidad de las carnes, que cuentan con una espléndida bodega acristalada con auténticas joyas y que los pescados… merecen un capítulo aparte. Porque podrás pescarlos tú.

La pesca para el novato es más cuestión de suerte que otra cosa. Y el aquí no novato, pero casi, tuvo muchísima: un cajón rebosante de peces de nombre imposible de recordar –excepto la barracuda– acabó convertido en una deliciosa cena. El equipo de cocina se encargó de preparar cada pescado de forma diferente: en cortes japoneses –sashimi, sushi, niguiris–, en ceviche, a la brasa, con curry indio… Y convirtió una divertida jornada de pesca en pleno Índico –las risas con la tripulación del barco espantaron incluso a algún que otro pez– en un festín inolvidable.

Villa en Naladhu Private Island.Anantara Hotels & Resorts

No fue esta la única aventura con animales marinos porque… cómo decir que no al reto de bucear entre tiburones, mantarrayas y demás amigos de Nemo. Y es que esa es la sensación cuando te zambulles en pleno canal, a unas cuantas millas de distancia de Naladhu, y ves, como en Buscando a Nemo, una suerte de carretera acuática por la que nadan a toda velocidad todo tipo de peces. La tripulación te convencerá de que estos tiburones, no demasiado grandes, ni atacan ni han visto la peli de Spielberg. Aun así es inquietante verlos pasar tan cerca. Y una experiencia memorable, eso también.

Ver fotos: los mejores spas del mundo

Los días pasan sin sobresaltos aquí: dormir, dormitar, salir de la piscina para darte un baño en el atolón, coger las gafas de esnórquel para saludar a las tortugas y los pececillos –al final de la semana ya casi saludas a todos como si fuesen colegas–, comer, pasear, hacer ejercicio, dejarte cuidar… Y es entonces cuando te das cuenta de lo mucho que habías olvidado el inmenso placer de no hacer nada.

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