Despropósitos: Quesos frente al desencanto

Como queso, bebo vino y soy carnívoro: cómo sobrevivir a la modernidad desde esta atalaya de los placeres de siempre. O sea, despropósitos.
Quesos
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Me diagnosticaron SIBO a principios de junio, un par de días después (a lo mejor) de que me comunicaran que volvía a ser jurado de los World Cheese Awards. Tócatelos, SIBO, que tiene nombre de servicios secretos de algún país con frío (un país sin bares) pero en realidad se traduce como sobrecrecimiento bacteriano y viene a decir que hay bacterias pegándose la juerga padre en mi intestino delgado. Me recetaron una jartá de antibióticos y que probase con la dieta FODMAP. El papelito de la Quirón venía también con un mensaje desolador: “Le aconsejamos una dieta libre de lácteos”.

Aquellas semanas me harté de leer prosa en torno al aparato digestivo, intolerancias varias y bienestar nutricional (“Señorita intelectual, ya sé que tiene el área abdominal / Que va a explotar como fiesta patronal”), y me sorprendió ver que toda esta literatura andaba peligrosamente cerca del ecosistema autoayuda y mindfulness. Pero me sorprendió todavía más comprobar cómo se usa tan a la ligera la ética aplicada a la alimentación: comer bien y comer mal, alimentos buenos y alimentos malos. Kéfir bien, chuletón mal; heura bien, papas fritas mal; kombucha bien, Ribera del Duero mal. ¿Está llegando la cultura de la cancelación a la alacena? Ya te respondo yo: pues claro.

Yo creo que tanto buenismo bienpensante, grosso modo, tiene un lío de tres pares de narices con lo que es saludable y lo que no (en lo bueno y lo malo mejor no entramos, Dios me libre de que alguien venga a decirme que mis polvorones son “malos”), y es obvio que las tendencias de consumo están ahí: menos carne, planeta veggie, sostenibilidad como bandera. Demonizar lo anterior ('lo malo'); abrazar eso tan bonito que dice Leonardo DiCaprio sobre un barco en el ártico en su documental Before the Flood: salvemos el mundo.

DiCaprio es uno de los inversores de Beyond Meat, la empresa de Bill Gates que se estrenó en Wall Street con una capitalización de mercado de casi 3.800 millones de dólares. Beyond Meat se dedica, claro, a producir hamburguesas de laboratorio, células madre, azúcar, aminoácidos y grasas. Un despropósito. En esa misma carrera andan otras tantas multinacionales. En esa misma carrera, o sea, anda una colosal maquinaria de narrativa y comunicación tal que, tras asomar un par de días el hocico a este Matrix cetrino (si hasta Snoop Dog es embajador, ¿qué puede salir mal?) ya empecé a creer que oye, a ver si tienen razón: a lo mejor una hamburguesa sintética acompañada de un poké con espirulina importada desde China es más sana (¡es mejor!) que un lechazo de churra en El Ciprés con pan de pueblo y un vino bueno.

¡El mejor queso del mundo es español!Quesos y besos

Y llegaron los premios a Oviedo, y me alegré muchísimo de que el mejor queso del mundo sea precisamente de una pequeña familia de productores de Jaén: Silvia y Paco de Quesos y Besos, cuatro generaciones de verdadero “amor al campo y a los productos artesanos”. Y comí fabes en Casa Fermín, cabra frita en Gloria (son Nacho y Esther Manzano de Casa Marcial) y me puse hasta arriba de carbayones en Camilo de Blas. Pensé también en el precioso artículo de Ana Iris: “Decía Max Weber que la modernidad es un perpetuo desencantamiento del mundo, por eso hay quien mira sin ver”. Pensé en esa familia ligada a su tierra y también en la mía: cajas de pimientos, berenjenas y tomates, trasiego entre lonjas, alhóndigas y las jornadas al son del capricho del tiempo. Agricultores, campesinos y labradores; cada día tienen menos espacio en este presente enamorado de los zumos detox y la carne sintética. Se lo estamos robando.

Vuelan los drones, hablan los relojes y coleccionamos likes de avatares grises, pero yo seguiré soñando con una mesa llena de gente que quiero, copas llenas, quesos ricos, cecina en el plato, libros de papel, este amor viejo como el tiempo.

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