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Reseña: First In: Casa Amor, todo lo que necesitas es… Algarve

Casa Amor es el precioso alojamiento de Jack y Walter, que abandonaron su vida en París para apostar por el futuro que querían.
  • First in: Casa Amor, Olhão

Photos

First in: Casa Amor, Olhão

Amenities

bar
Playa
Salud holística
Piscina
wifi

Habitaciones

10

La brisa marina del Atlántico tuerce en cada esquina del laberíntico corazón de Olhão para abrazarnos con calidez. Avanzamos por él pisando con firmeza las hermosas teselas blancas símbolo de un Portugal que sabe cómo coquetear incluso con el pavimento de sus calles. Las gaviotas revolotean en el cielo y alguna que otra cigüeña ha osado hacer del tejado de una antigua iglesia su hogar.

Aquí, en la capital de la Ría Formosa y, quizás, una de las escasas localidades algarvías que ha sabido conservar su esencia a pesar de los nuevos tiempos, la vida es eso: el placer de la cotidianeidad. Los vecinos se conocen y saludan a cada paso, los comercios brotan de energía cada mañana y el puerto recibe constantemente la mercancía que la ría le otorga: pescado fresco, marisco, almejas y ostras, esas que se cultivan a escasos metros del paseo marítimo, protagonizan los almuerzos de hogares y restaurantes de la zona. El mercado bulle cada jornada, las radios suenan tras las ventanas... Y el Algarve se muestra en todo su esplendor.

Es en una de sus pintorescas calles, la rua Dr. Pádua, flanqueada por edificios forrados de tradicionales azulejos, donde encontramos nuestro lugar. El rincón en el que, en solo unos días, abrirá el nuevo place to be de la zona: Casa Amor, con sus exquisitas puertas rojas y su deslumbrante fachada encalada, acoge en sus entrañas todo un universo de placeres en forma de descanso, gastronomía y cosas bonitas. Y, suertudos nosotros, hemos sido los primeros en conocerlo.

POR QUÉ RESERVAR

Sobre todo, por la magia. Porque no hay duda de que, cuando se trata de proyectos pequeños, en los que los anfitriones vuelcan todo el cariño y pasión que tienen para cumplir un sueño, esta está asegurada. Por eso —ya lo dice el propio nombre del hotel—, será traspasar las puertas de Casa Amor y caer rendidos a sus pies.

Y hablamos de un coqueto hotel de solo 10 habitaciones que ha otorgado a la ciudad, además, de algo de lo que escaseaba: resulta llamativo que las propuestas de alojamiento con encanto apenas existieran hasta ahora en la zona. Sin embargo, se trata de una localización ideal: Olhão se halla en el epicentro de este lado del Algarve. ¿Qué significa esto? Pues que existe la posibilidad de llegar hasta ella en tren desde la propia ciudad de Faro, donde se haya el aeropuerto internacional más cercano. Es más: permite a los visitantes, incluso, moverse a otros lugares de la zona costera sin necesidad de coche: Tavira, Vila Real de Santo Antonio, Portimão, Lagos o Albufeira, también son accesibles en ferrocarril.

LA HISTORIA

Qué bonito es cuando un hotel tiene tantísimo que contar: cuando sus paredes han sido testigo de historias pasadas que le han dado, de alguna forma, el sentido a todo. En este caso, para comprender, hace falta viajar en el tiempo hasta finales del siglo XIX. Corría el año 1870 cuando el doctor del pueblo, apellidado Pádua, un reputado señor que, además de médico, también fue compositor e incluso alcalde de Olhão durante cuatro años, mandaba construir su casa en este preciso lugar.

Un edificio de grandes dimensiones que denotaba la importancia del personaje: no en vano, la gran mayoría de las casas de la zona, pertenecientes a los pescadores, eran pequeños cubículos —de ahí que Olhão sea conocida como la ciudad cubista— con solo una puerta y una ventana al exterior.

Con el tiempo, la familia de Pádua vendió la casa a otra familia brasileña de gran poder adquisitivo que, a su vez, tras unos años, se deshizo también de ella. Fue entonces cuando el rumbo del enclave cambió: Doña Elena se hizo con el edificio y transformó la primera planta en la famosa Posada Doña Elena, que funcionó desde 1940 hasta 1991, fecha en la que cerró sus puertas. Desde entonces y hasta hoy, mantuvo el cerrojo echado y quedó en el abandono... Hasta que Jack y Walter se enamoraron de ella. A pesar de encontrarla absolutamente en ruinas, decidieron apostar. Casa Amor iniciaba así una nueva parte de su historia.

EL AMBIENTE

Es uno de los grandes logros de Casa Amor: hacer que el huésped se sienta como en su propia casa. O mejor aún: como en casa de unos amigos de confianza que reciben con los brazos abiertos a quienes les visitan. Para ello los anfitriones, con quien merece la pena alternar a lo largo de la estancia, han estado pendientes de cada detalle, de que cada rincón, luzca agradable y atractivo.

Han creado un lugar de ambiente distendido en el que lo mismo poder disfrutar de una tarde de lectura en sus agradable salón —en el que se pueden contemplar los arcos, pilares y bóvedas originales recuperados del edificio—, que animarse con una relajada partida de ajedrez en cualquiera de sus butacas vintage. Incluso, cuando el invierno aceche y los termómetros bajen, disponen de una chimenea que augura momentos inolvidables. Algunos de los muebles que decoran el hotel ya se hallaban en la casa cuando Walter y Jack la adquirieron: solo ha sido necesario darles un lavado de cara para devolverles el esplendor.

Una vez fuera, Olhão invita a pasearla relajadamente, a descubrir sus recovecos y tiendas locales, a respirar el olor a mar que todo lo invade y a disfrutar como niños en el mercado de productores locales que cada sábado, junto a las instalaciones del mercado central, funcionan a modo de reclamo para gente llegada de todos los rincones del Algarve. Es entonces cuando la localidad despierta, las terrazas se abarrotan y la vida surge sin complejos: ahí, en las escenas más populares, es donde queda reflejada su autenticidad.

EL HOTEL

El universo concentrado en las entrañas de Casa Amor abarca mucho más que un alojamiento boutique: más allá de sus habitaciones y acogedores espacios comunes, hay lugar para la restauración e incluso el arte.

Cuenta el hotel también con un encantador patio en el que la luz lo inunda todo. Un espacio abierto que decidieron recuperar del pasado: cuando Jack y Walter adquirieron la casa, había sido transformado en un oscuro garaje. Ahora, al amparo del cielo algarvío, un puñado de mesitas y sillas desperdigadas ofrecen la posibilidad de, en los días cálidos —lo que en Olhão significa gran parte del año—, disfrutar de un magnífico desayuno. En el centro, un olivo centenario luce majestuoso: si sus ramas hablasen, probablemente contarían mil y una anécdotas acaecidas entre las paredes de la casa.

Arriba, en la azotea, más y mejor: las plantas dan vida en las alturas y acompañan a las jornadas de sol y baños en la piscina de agua salada con vistas al infinito. También a la suite del hotel, con su patio privado de 70 metros cuadrados. De lejos, la Ría Formosa ejerce de canto de sirenas y tienta a explorar el exterior.

Pero dentro siguen las opciones: el restaurante de Casa Amor, capitaneado por el chef portugués Pedro Beleza, aguarda a huéspedes y foráneos con interesantes propuestas sobre la mesa, mientras que el precioso coffee shop ubicado en una de las esquinas de la casa es el paraíso para los amantes del dulce.

Con la intención de abrir las puertas del hotel también a los vecinos y gente local, Walter y Jack apostaron por convertir una de las estancias en galería de arte: cada vez son más los artistas que se instalan en Olhão para dar rienda suelta a la creatividad, así que, ¿por qué no propiciar un punto de encuentro donde el talento fluya?

LAS HABITACIONES

10 son los coquetos oasis que conforman los dormitorios. Organizados según diferentes categorías, se hallan repartidos en su mayoría por la primera planta, a la que se accede por la vetusta escalera de piedra original. Todos destacan por ser amplios y diáfanos, por disfrutar de una agradable luz natural y por tener al diseño por aliado en cada pequeño rincón. Jack y Walter contaron con una arquitecta para la reforma del edificio, pero decidieron hacerse cargo en primera persona del interiorismo.

Y si algo tuvieron claro desde el inicio, es que apostarían por la artesanía lusa siempre que pudieran. Así, proyectos tan bonitos como Burel Factory están presentes en las preciosas mantas de lana que dan un toque de color a cada habitación, pero también en la tapicería de las butacas de estilo vintage que reposan en el salón. Atelier Kiki y sus lámparas de cerámica por piezas lucen en los impecables baños, donde también aguardan los amenities de producción ecológica de la empresa algarvía 8950.

En el suelo, Saudade Design aporta calidez con alfombras tejidas a base de algodón reciclado: 18 metros mide, ni más ni menos, la que decora el pasillo principal. Por aquí, y por allá, tesoros recuperados de la anterior propiedad a modo de elegantes sillas, hermosas cómodas y espejos. También piezas del artista Sam Baron para Maria-Portugal Terracota, que han sido adquiridas por los anfitriones en la tienda de artesanía de Sergio, francés de origen portugués que también se ha instalado en Olhão.

En los armarios aguarda una bolsa customizada con varias toallas ideales para llevar a la playa o, por qué no, a la piscina. Y como cada detalle ha sido concienzudamente pensado, también cuentan las habitaciones con una sombrilla a rayas para el uso de los huéspedes.

En las paredes y rincones más insospechados, incluyendo los baños, arte y más arte: preciosas pinturas, dibujos e ilustraciones, —algunas pertenecientes a la colección privada de los propietarios; otras, adquiridas especialmente para el hotel—, aportan un toque extra de color y estilo al espacio. Lo dicho, ¿quién querría salir de aquí?

GASTRONOMÍA

No se encontraba en la idea inicial que Jack y Walter tenían en la cabeza el acabar siendo propietarios de un hotel boutique con restaurante, pero, a veces, el destino hace de las suyas. Los anfitriones, absolutos amantes de la gastronomía, han viajado por todo el mundo teniendo la oportunidad de acceder a todo tipo de sabores y productos, ingredientes y servicios. Así que, cuando llegó el momento de moldear definitivamente Casa Amor, supieron que no podía faltar un restaurante.

Optaron por confiar los fogones a Pedro Beleza, natural del norte de Portugal que llegó al Algarve tras recorrer mundo y trabajar en lugares tan diversos como el Valle de Arán o Basilea, pero también en las cocinas de barcos que le llevaron a destinos remotos como Indonesia o Australia. Ahora, buscando un poco más de calma, se ha hecho con los mandos del restaurante de Casa Amor para ofrecer a huéspedes y clientes externos un menú degustación con opción de elegir entre varios entrantes y principales.

Recetas en las que la cocina más refinada está muy presente, pero también el producto local: la oferta diaria del mercado mandará día a día y las recetas serán presentadas en una preciosa vajilla de Oficina da Formiga, con sello luso.

Pero eso no es todo. Además, en el otro extremo de la casa, se halla el coqueto Coffee Shop de Casa Amor. Y, esta vez sí, el negocio se halla liderado por el propio Walter, quien, tras dejar su trabajo como consultor financiero en París, y antes de liarse la manta a la cabeza con este proyecto, decidió formarse en pastelería francesa. Hoy vuelca todos los conocimientos adquiridos y aprendidos a lo largo de estos años en su preciosa cafetería-pastelería que, a la vez, funciona como un delicioso concept store donde adquirir productos portugueses artesanos y auténticos.

Pero si hay una parte importante de la gastronomía que no puede obviarse jamás de un hotel, es el desayuno, y en ese sentido el de Casa Amor deja el listón muy alto. Con la certeza de que absolutamente todo ha sido elaborado en casa, por la mesa pasarán propuestas como la fruta de temporada, los zumos naturales, la granola de Walter con yogur y miel, las tostadas con jamón portugués o los cruasanes recién horneados por el pastelero perfectos para untarles mantequilla y mermelada. Una barbaridad.

EQUIPO

Tratándose de un proyecto pequeñito, el equipo no es excesivamente grande. Y en él destacan, cómo no, los propios propietarios y cicerones: Walter y Jack, Jack y Walter, son el verdadero alma de la fiesta, y conocer sus historias es de lo más motivador.

Resumiendo mucho sus periplos, llegamos a una certeza: 25 años en París son suficientes. O, al menos, lo fueron para ellos dos, esta pareja enamorada de la ciudad donde desarrollaban sus vidas profesionales —enfocadas, de alguna u otra forma, a las finanzas— que, un día, pensó que quizás había llegado la hora de cambiar.

Así que se pusieron manos a la obra: había que darle un vuelco a sus vidas. Apostar por la tranquilidad en un lugar hermoso, alejado del ajetreo, el gris y la vorágine de una gran ciudad. Y, por qué no, compartir el concepto de hospitalidad con el resto del mundo. Comenzaron el periplo en busca de su lugar en este país por Comporta, aunque acabaron bajando al sur tratando de hallar el rincón en el que se sintieran cómodos. Y así fue como comenzó el sueño hecho realidad que es hoy Casa Amor: un pedacito de Portugal al que ir a descansar, a charlar, a beber y a comer. Pero, sobre todo, a disfrutar.

Junto a ellos, Pedro estará al mando del restaurante, a quien acompañarán, además, un equipo de mesa y algunas manos más en cocina. También las empleadas de la limpieza, quienes se ocupan de que todo en el hotel luzca perfecto para los huéspedes.

EXPERIENCIAS

Hoy día, que un hotel cuente con una variada carta de experiencias que ofrecer a sus huéspedes es casi tan fundamental como un buen servicio —que, en este caso, es excelente—, una buena cama —que también— o un buen desayuno —maravilloso—. Y de eso se han encargado también Jack y Walter en persona.

Así que, imagina tener la oportunidad de acudir a un concierto en un innovador espacio cultural a un salto de Casa Amor y disfrutar de música portuguesa en directo. O disfrutar de una ruta senderista acompañado de un entendido guía por el interior del Algarve.

La experiencia estrella, eso sí, viene de la mano de Rui, originario de la vecina isla de Culatra: con él se podrá realizar una excursión de varias horas para conocer las particularidades de la Ría Formosa y de tres de sus islas, descubrir el interesante mundo de las granjas de almejas y ostras que se cultivan frente a la costa de Olhão, conversar con pescadores, aprenderlo todo sobre las mareas en este rinconcito del mundo, sobre los pájaros que habitan la zona, disfrutar de baños en sus idílicas playas, y lo más importante: acabar en la casa de Luisa, la madre del propio Rui, catando el producto y los sabores de la Ría Formosa de la manera más tradicional.

Una vivencia única, a medida, cuya finalidad es muy clara: convertir la estancia de los huéspedes de Casa Amor en un recuerdo imborrable.

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