Una Isla Mauricio para quienes no van de luna de miel 

Porque también hay una Isla Mauricio étnica, cultural, gastronómica y fascinante más allá de tópicos.
Vista ara de Isla Mauricio y la montaña Le Morne Brabant
Myroslava Bozhko / Alamy Stock Photo

La mayoría de quienes visitan Isla Mauricio lo hacen atraídos por sus playas coralinas y su clima, casi siempre benévolo y muy agradable. Por supuesto, este es uno de los destinos más deseados de luna de miel para parejas procedentes de medio mundo.

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Aunque, a decir verdad, son cada vez más quienes, más allá de unas románticas vacaciones a la sombra de las palmeras, cóctel en mano y en hoteles de súper lujo, se atreven a explorar otros atractivos de esta isla. Sin duda, una de las más espectaculares y diversas del Océano Índico.

Iglesia en Cap Malhereux, Isla Mauricio.Pedro Sáez

No se trata solo de bellezas naturales. De hecho, tan interesante como los espectaculares paisajes que salpican la costa y el interior de Isla Mauricio es la fusión de culturas, etnias, religiones, lenguas y cocinas que practican sus más de 1.300.000 habitantes. Buena parte de ellos, descendientes de quienes llegaron aquí desde el sur de la India a partir del siglo XIX, durante el periodo británico, como mano de obra para las explotaciones de caña de azúcar. Eso sí, aunque minoritarios, en Mauricio también hay importantes grupos humanos con origen europeo, africano y chino.

Al parecer cada grupo étnico convive sin mayor problema con el resto, practicando su propia religión y hablando su propia lengua (lo mismo se escucha hablar en hindi, inglés, francés que en créol, incluso en una misma conversación). Un buen ejemplo: en la escuela, pública en su mayoría, se celebran todas la fiestas de las diferentes religiones de la isla, asumiendo la gran riqueza que esto supone en la educación de los niños y jóvenes mauricianos.

Se percibe este sincretismo cultural en manifestaciones folclóricas como el baile nacional, el sega, con reminiscencias africanas sobre todo en el vestuario y en los movimientos de los danzantes. Un valioso recuerdo de la cultura de aquellos esclavos que trajeron los europeos a Mauricio a partir del siglo XVII.

Costa Belle Mare, Isla Mauricio.Pedro Sáez

Y, por supuesto, la fusión de culturas se manifiesta vivamente en la gastronomía, con prevalencia de las preparaciones hindús (curries, masalas, naan, paratha, samosas, arroz basmati…), pero con muchas notas criollas, europeas y orientales. Por ejemplo, ese gusto por el pescado y las carnes a la brasa o el uso de la mandioca y el coco en tantos platos nacionales.

Todo ello explica la diversidad de productos que se pueden encontrar en el que, sin duda, es el centro gastronómico más llamativo del país: el Mercado Central de Port Louis. Dividido en varias secciones por productos, el paseo entre pasillos y puestos atestados de jugosas frutas y verduras, coloristas y fragantes especias, pescados de formas y colores desconocidos, grandes piezas de carne colgante, embutidos y hasta souvenirs y motivos religiosos es todo un espectáculo visual, olfativo y gustativo.

Pese a que el barrio donde se encuentra este mercado pueda resultar bastante anodino, a solo unos cientos de metros está la zona portuaria, razón de ser y punto de fundación de esta ciudad. Aquí, viejos almacenes abandonados encuentran nuevos usos culturales y de ocio, siguiendo una tendencia mundial imparable. Buen ejemplo es el centro comercial Caudan Waterfront, con tiendas de firmas internacionales y locales, cafés, salas de espectáculos y ocio, restaurantes de cocina internacional y terrazas abiertas hacia al propio puerto.

Templo Tamil Madurai Mariamman Kovil, Isla Mauricio.Pedro Sáez

No muy lejos del centro de Port Louis está uno de los centros religiosos más llamativos del país: el templo tamil Madurai Marianman Kovil, con una increíble profusión de imágenes de vivos colores, recargadas torres, muros, patios y salas de oración. Un lugar hospitalario, también con los no practicantes, y muy ilustrativo sobre el hinduismo y las representaciones con que se veneran a su más de 1.000 dioses.

Aunque, a decir verdad, el lugar más sagrado para los practicantes de esa religión en Mauricio es el lago volcánico Grand Bassin (o Ganga Talao), alrededor del cual existe un conjunto de templos y megalíticas imágenes, que conforman uno de los más importantes lugares de peregrinación para hinduistas de todo el mundo, por su conexión icónica con el río Ganges y la ciudad de Benarés, en la India.

Bastante menos espiritual es el ambiente que se respira en Grand Baie, probablemente la más europea de las grandes localidades de Mauricio. Un centro turístico en torno a una espectacular bahía, en la que recalan yates y veleros llegados de muchos otros lugares del Índico. Este gran puerto natural está salpicado de idílicas playas de arena blanca, frente a las que se sitúan numerosos hoteles. Sus huéspedes vienen hasta aquí atraídos por el ambiente mundano de la ciudad y por las riquezas submarinas de este litoral, en el que los tiburones martillo y los más diversos corales son las estrellas principales de la fiesta.

Jardín Pamplemousses, Isla Mauricio.Pedro Sáez

Es en esta zona de la costa mauriciana, en concreto en Cap Malhereux, donde tuvo lugar, a principios del siglo XIX, el traspaso de poderes del dominio francés al de los británicos. Y es aquí también, al borde del mar, donde se encuentra una de las iglesias más llamativas de la isla, completamente levantada en madera y pintada en rojo y blanco, lo que contrasta con las negras rocas volcánicas que salpican la costa y los verdes y azules intensos que refleja el propio océano.

En el norte de Mauricio está también uno de los más grandes jardines botánicos del mundo y el más antiguo del Hemisferio Sur, el de Pamplemousses, desde 1988 renombrado como Sir Seewoosagur Ramgoolam, en homenaje al último ministro principal de la época colonial británica y primer ministro del Mauricio recién independizado (1968).

Más que un jardín se trata de un enorme parque de más de 33 hectáreas, con profusión de especies tropicales, como los nenúfares gigantes de su estanque, flores de loto, todo tipo de palmeras, lianas, baobabs, especias y plantas medicinales. También, en recintos cerrado, habita un puñado de tortugas gigantes, ciervos y aves exóticas. Pasear por sus grandes calles y avenidas arboladas es, aparte de algo francamente romántico, una instructiva manera de aprender sobre la diversidad de la flora de nuestro planeta.

Por su parte, entre las costas Este y Sur de la isla se pueden encontrar algunas de las playas y lagunas coralinas más espectaculares de Mauricio. Es el caso de las que salpican la costa de Belle Mare, en el municipio de Flaq. Junto a una de ellas se encuentra uno de los hoteles más conocidos y elegantes de la isla, The Residence Mauritius.

Éste desde hace décadas forma parte del mapa de los deseos de muchos viajeros de todo el mundo. El nombre le viene al pelo, pues aquí, más que en un alojamiento al uso, uno se siente como en su propia segunda residencia. Favorece esa sensación la simpatía y hospitalidad de todo el personal y servicios como el de mayordomo, encargado de que los huéspedes no tengan que preocuparse ni de deshacer su propia maleta.

A las 163 enormes habitaciones (28 de ellas suites), decoradas en un agradable estilo colonial, este hotel suma varias piscinas y el spa The Sanctuary, donde experimentar una completa relajación al estilo zen con tratamientos a base de productos Carita. También están los cuatro bares y restaurantes, en los que se sirve una cocina de clara influencia francesa e internacional con algunos guiños a la gastronomía local. Y, por supuesto, la zona de playa, con sus hamacas a la sombra de cocoteros en las que, cóctel en mano, relajarse, ahora sí, contemplando una de esas imágenes que tanto se echan de menos en los fríos y oscuros días del invierno europeo.

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