Saint-Malo, un viaje entre ‘galettes’, mantequilla e historia

Qué hacer, dónde dormir y dónde comer (muy bien) en uno de los rincones más bellos de la Bretaña francesa.
Gran marea en SaintMalo Francia
Yannick Le Gal

La Bretaña francesa, más allá de Saint-Malo, es un destino bien conocido donde pasar el verano para quienes buscan un ambiente sofisticado y comer bien cerca de una de sus preciosas casitas de la belle epoque. Cuando los veraneantes aún no han llegado, es el mejor momento para pasear por la costa y sus senderos, disfrutando de un descanso lleno de luz. Un plan de detox para relajar la mente que sienta de maravilla. 

Saint-Malo es una de las ciudades más conocidas de esta bonita región francesa, donde encontraremos muchas tiendas, restaurantes y bonitos paseos. Se encuentra muy cerca de otras localizaciones populares, como la elegante Dinard, o Cancale, conocida por su mercado de ostras.

La ciudad corsaria, Saint-Malo, Francia.Teddy Verneuil

Desde Saint-Malo zarparon grandes viajeros, como el explorador Jacques Cartier, a quien se le atribuye la creación del primer asentamiento francés en Norteamérica en el territorio que hoy se conoce como Quebec. Los armadores de Saint-Malo hicieron mucho dinero en su época y la ciudad prosperó refugiada en sus murallas, ampliadas por los discípulos de Vauban, el arquitecto militar del rey Luis XIV. En el siglo XVIII, los corsarios Duguay-Trouin y Surcouf hicieron aún más conocido Saint-Malo en todo el mundo.

La mayoría de los característicos edificios de Saint-Malo, de fachada de granito y tejados de pizarra, parecen muy antiguos; sin embargo, fueron reconstruidos después de los bombardeos que destruyeron prácticamente toda la ciudad en 1944, durante la segunda Guerra Mundial. 

El paseo más bonito de Saint-Malo es el que recorre sus hermosas murallas a lo largo de casi dos kilómetros, durante los cuales tendremos vistas a la playa, el puerto y los fuertes. Las mareas de Bretaña son un espectáculo, ya que el paisaje cambia en cada momento. Con la marea baja, un pasillo de arena une la ciudad con las pequeñas islas Grand Bé y Petit Bé. Ante el castillo de Saint-Malo, se extiende la gran playa de Sillon que tiende a desaparecer con la marea alta.

Los bellos acantilados de Saint-Malo, Francia.Teddy Verneuil

Durante el invierno en Saint-Malo no hace especialmente frío, las temperaturas diarias son de unos 10 °C, pero con el tiempo aquí, nunca se sabe, se dice que en Bretaña hace buen tiempo varias veces al día. Un día se levanta gris y puedes disfrutar de un atardecer luminoso, o a la inversa, no importa si es verano o invierno. Aquí, acostumbra a llover mucho todo el año, de ahí que el campo de sus alrededores adopte un color verde brillante que resalta frente al azul del mar como si se tratara de una acuarela. 

Si queremos pasar unos días en Saint-Malo, los alojamientos más conocidos son Le Grand Bé y el hotel Les Charmettes. El primero de ellos es de cuatro estrellas y está ubicado en un edificio histórico a solo cinco minutos a pie del puerto, con vistas a la Place des Frères Lamennais, en el corazón de la ciudad amurallada. Les Charmettes, de estilo marinero, tiene acceso directo al mar y una terraza donde podemos disfrutar de una bebida con los pies en la arena.

La Maison du Beurre, Saint-Malo.Matthieu Cellard

En la ciudad abundan las tiendas de productos gourmet que frecuentan los grandes chefs de toda Francia. Uno de ellos es la Maison du Beurre (la casa de la mantequilla), creada por Jean-Yves Bordier, ahora jubilado. Jean-Yves Bordier es hijo y nieto de fabricantes de mantequillas y queso que redescubrió un método tradicional del siglo XIX que ha conservado y perfeccionado con el tiempo. Este es el mejor lugar donde adquirir quesos y mantequillas de diferentes sabores: perfumadas con algas, frambuesas o trigo sarraceno, todas ellas elaboradas de forma artesanal. 

La mantequilla es el producto más importante de la gastronomía bretona, sobre todo, la salada. Se sirve como aperitivo y se utiliza para elaborar la mayoría de sus productos estrella de la región, como las galettes (crêpes de trigo sarraceno) o el kouign-amann, (traducido literalmente como pastel de mantequilla). 

En la misma pequeña calle, encontraremos la Maison du Sarrasin (la casa del sarraceno), donde podremos comprar muchos productos perfectos para regalar: desde mantequillas, harinas, galletas, infusiones, caramelos o miel, todos ellos, preparados con este ingrediente tan querido en Bretaña.

Mantequilla en La Maison du Beurre, Saint-Malo.Matthieu Cellard

Los más gourmands no pueden dejar de pasar por Epices Roellinger durante la visita a Saint-Malo, todo un viaje por el mundo de las especias que provienen, en su mayoría, de productores locales elegidos por el prestigioso cocinero Roellinger, chef con estrella Michelin muy conocido en esta región de Francia.

Le Corps de Garde es uno de los mejores lugares donde probar una __galette __en Saint-Malo. Es una crepería de aspecto corsario con vistas a la bahía, donde disfrutar de las recetas más elaboradas o clásicas, siempre en compañía de una buena sidra, como marca la tradición. La galette más sencilla se llama  complète en cualquier crepería: lleva huevo, jamón y queso. Las más elaboradas pueden llevar salchicha, sardinas, salmón ahumado, vieiras, verduras, quesos o cualquier otro ingrediente, hay muchísimas recetas.

En Le Comptoir Breizh Café podremos disfrutar de las recetas emblemáticas de Bertrand Larcher, fundador de un gran concepto de creperías con restaurantes en Japón y Francia. También, de la Maison du Sarrasin. 

Larcher se crio en una granja y los azares de la vida le llevaron a conocer muy bien la cultura japonesa. Su cocina materna y su país adoptivo tienen en común que en Bretaña se consume el trigo sarraceno, y en Japón también, en diferentes formas. 

Chef Yasu en Otonali, Saint-Malo.Oliver Marie

En la carta encontramos galettes clásicas y otras servidas en forma de rolls, preparadas con trigo sarraceno, ecológico y sin gluten. Se pueden elegir varias opciones: con alcachofas, queso de cabra, cebolla confitada a la sidra, camembert con leche cruda o champiñones a la plancha.

Larcher es propietario de otro restaurante conocido de Saint-Malo. Otonali es un local elegante, donde se sirve cocina popular japonesa basada en los productos bretones según cada estación. 

Cada elaboración está preparada con sumo cuidado. Sirven un delicado tofu con semillas de sésamo y cigalas frescas a medio cocinar que es una auténtica maravilla. Otras de las opciones de la carta son la pizarra de pescado ahumado artesanalmente y acompañado con pan de trigo sarraceno; el pulpo rebozado y frito; o el karaage de pollo marinado en jengibre. 

En Otonali siempre hay que dejar sitio para el postre. Uno de los dulces estrella es su tarta de té matcha,*__ crumble __*de pistacho y chocolate blanco, nata montada casera y yuzus confitados.

Otonali, Saint-MaloOliver Marie

Si buscamos comida vegetariana, el restaurante Annadata es una de las mejores opciones de Saint-Malo. El chef del restaurante, Myriam Domange, se formó en cocina ayurvédica para preparar alimentos saludables, con ingredientes frescos y de temporada. Domange cuenta que gestiona la cocina del restaurante como la de su propia casa, con ingredientes frescos y orgánicos que selecciona en el mercado. Su menú cambia todas las semanas.

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El Bistro Autour du Beurre es un restaurante de la marca Maison Bordier, creada por Jean-Yves Bordier. El restaurante abrió justo al lado de su tienda, la Maison du Beurre, para ofrecer una buena cocina francesa con ingredientes locales frescos cocinados con sus mantequillas. En el bistró sirven platos bien variados: desde vieiras con mantequilla de trigo sarraceno; o cochinillo estofado con cacahuetes. 

De postre, podemos elegir entre crujiente de avellana con trigo de sarraceno glaseado; o *__soufflé __*de crêpe con naranja confitada y mantequilla de vainilla de Madagascar, entre otras opciones. Si por algo son conocidos los franceses, es por comer tremendamente bien y no podía ser de otra manera en Saint-Malo.

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