Las grandes expediciones que cambiaron nuestra imagen del mundo

Estos aventureros llegaron donde nadie lo había logrado antes, descubriéndonos una nueva realidad.
Grandes expediciones explorador puesta de sol montaña
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Los viajes –no confundir con el simple turismo–, las grandes expediciones, son la mejor cura contra la mezquindad, expanden nuestro campo de visión de la realidad que nos rodea, amplían la mente hasta lugares insospechados y nos hacen entender mejor el mundo. Cuando viajamos, crecemos; y esas experiencias vividas nos inspiran y nos empujan a seguir nuestro propio camino también en el día a día, lejos de la imposición de los convencionalismos sociales, tan solo guiados por nuestra brújula interior y por nuestro valores y principios. Cada viaje que realizamos nos hace un poco más libres.

Aunque lo cierto es que en la actualidad, en esta sociedad globalizada e hiperconectada, con un infinito océano de conocimiento a tan solo un par de clics y un bombardeo constante de información, es prácticamente imposible hallar lugares completamente desconocidos. Pero hubo un un tiempo, mucho antes de que existieran las aerolíneas lowcost y las sofisticadas maletas con ruedas, que el planeta era un tablero de juego inexplorado en su mayor parte y aquellos que se encontraban ávidos de conocimiento (y quizá, por qué no decirlo, también de fama y fortuna) estaban dispuestos a jugar la partida hasta el final. Por aquel entonces, viajar era una auténtica aventura en la que los más intrépidos arriesgaban su vida por descubrir nuevos mundos. Se sabía cuándo se emprendía la travesía, pero jamás cuándo se regresaba ni qué aguardaba en el camino.

Como homenaje a todos esos exploradores que fueron contracorriente y siguieron su instinto, y cuyas hazañas tanto nos inspiran, repasamos algunas de las más grandes expediciones de la historia. Desde los viajes de Marco Polo por la Ruta de la Seda hasta la llegada del hombre a la luna a bordo del Apolo XI, pasando por las exploraciones de Ernest Shackleton en la Antártida, la gesta de Edmund Hillary y Tenzing Norgay al coronar el Everest o los trascendentales descubrimientos de Charles Darwin en las Islas Galápago. Gracias a ellos, hoy comprendemos (y amamos) un poco más este mundo y a quienes habitan en él.

Una serpenteante carretera en la pequeña aldea de Zuluk, en India, uno de los países que visitó Marco Polo y que forma parte de la Ruta de la Seda.

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LA RUTA DE LA SEDA DE MARCO POLO

Al pensar en los exploradores más célebres de la historia es irremediable que se nos venga a la mente el nombre de Marco Polo, el mercader veneciano de finales del s.XIII y principios del s.XIV que personificó el espíritu aventurero de la época y abrió nuestro continente a las maravillas de Asia gracias a sus rutas. En su periplo, de 23 largos años, recorrió lo que hoy es China, Japón, Tailandia, Sri Lanka, Vietnam, Tíbet, India, Myanmar… Vivió experiencias impensables para cualquiera de sus coetanios: conoció ciudades remotas, palacios exóticos, religiones totalmente desconocidas, animales extraños... Y todo ello fue recogido, a su vuelta a occiedente, en el Libro de las maravillas del mundo, escrito por Rustichello de Pisa, con el que compartió celda tras caer prisionero en una batalla de la guerra que enfrentó a venecianos y genoveses. Pero esa ya es otra historia…

La Antártida es el es el continente más austral de la tierra; también el más frío, seco y ventoso, solo al alcance de los viajeros más intrépidos.

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ERNEST SHACKLETON EN LA ANTÁRTIDA

Las heladas tierras de la Antártida, uno de los lugares más inhóspitos del planeta, atraían como un imán a la siempre inquieta mente de Ernest Shackleton, otro de los aventureros más legendarios que han existido. La primera vez que se enroló en un navío a aquellas gélidas tierras fue en la Expedición Discovery (1901-1904), donde ejerció de tercer oficial a las órdenes del capitán Robert Falcon Scott (quien se convertiría en su archienemigo el resto de su vida), y que no pudo completar por problemas de salud. Más suerte tuvo la segunda vez que lo intentó, al frente de la Expedición Nimrod, en la que en enero de 1909 él y sus tres compañeros lograron llegar al punto más meridional jamás pisado por el hombre en la Antártida. Y como no hay dos sin tres, en 1914 emprendió de nuevo viaje, a bordo del Endurance, con el objetivo de cruzar la Antártida de punta a punta. Pero el barco quedó atrapado en el hielo y los exploradores tuvieron que sobrevivir, totalmente aislados, durante más de dos años. A pesar de que esta vez no llegaron a pisar el continente blanco, su capacidad de liderazgo y de resistencia le convirtieron en un héroe que ha pasado a la historia.

En las Islas Galápago se han contabilizado más de 2.900 especies, de las cuales el 25% de organismos marinos son endémicos.

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LOS DESCUBRIMIENTOS DE CHARLES DARWIN EN LAS ISLAS GALÁPAGOS

En 1859, los cimientos de la ciencia y de las creencias aceptadas hasta ese momento se tambalearon por completo con la publicación de El origen de las especies, la obra cumbre de Charles Darwin, fruto de la observación minuciosa de la naturaleza, en la que defendía la idea de la evolución biológica a través de la selección natural. Se convirtió en el científico más influyente en la materia y su trabajo continúa siendo una piedra angular de la ciencia biológica hoy en día. El germen de aquella revolucionaria teoría que lo cambiaría todo hay que buscarlo 24 años antes, cuando Darwin llegó en 1935 a Islas Galápagos. Había estado navegando durante tres años a bordo del HMS Beagle, capitaneado por Robert FitzRoy, antes de llegar al archipiélago. Una vez allí, observó especies de vida silvestre altamente especializadas en cada isla y especies animales endémicas que no se habían visto jamás, y de este modo comenzó a sintetizar sus hallazgos durante las dos décadas siguientes. Situadas en el océano Pacífico, a 972 km de la costa de Ecuador, las Islas Galápago son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y contienen el mayor número de especies vegetales y animales endémicas del planeta, además de ser una de las mayores reservas marinas.

Situada en la cordillera del Himalaya, en la frontera entre China y Nepal, el Everest es la montaña más alta de la tierra, con 8.848 metros sobre el nivel del mar.

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LA CORONACIÓN DEL EVEREST DE EDMUND HILLARY Y TENZING NORGAY

Tuvieron que pasar tres décadas, muchas expediciones fallidas y varias vidas arrebatadas por el inmisericorde Everest desde la primera intentona de coronarlo hasta que, el 29 de mayo de 1953, el británico Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tenzing Norgay lo lograron, convirtiéndose en los primeros alpinistas en hacer cumbre en la que es la montaña más alta de la tierra, que se eleva majestuosa 8.848 metros sobre el nivel del mar. Pero el espíritu aventurero de Hillary no se detuvo en aquella cima. Años después, en 1958, alcanzó el Polo sur como miembro de la Expedición Trans-Antártica de la Commonwealth, y en 1985 llegó al Polo norte –en una aventura en la que también estuvo el astronauta Neil Armstrong, primer hombre en pisar la luna–, logrando de esta forma otro récord: el de ser la primera persona en estar en ambos polos. Además, dedicó gran parte de su vida a ayudar al pueblo sherpa de Nepal a través de la organización Himalayan Trust, fundada por él.

“Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. Neil Armstrong hizo historia el 21 de julio de 1969 al pisar la luna.

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LA LLEGADA DEL HOMBRE A LA LUNA

Aquella madrugada del 21 de julio de 1969 nadie era capaz de apartar la mirada del televisor. Estaba a punto de acontecer la que quizá, hasta el momento, sea la historia más grande jamás contada. El punto más álgido de la carrera espacial, que suponía una gran batalla, de inmenso significado simbólico, de aquella Guerra Fría que enfrentaba dos maneras antagónicas de entender el mundo. El momento en el que Neil Armstrong descendería del Apolo XI para dar ese “pequeño paso para el hombre”, que en realidad era una descomunal zancada “para la humanidad”. Aquella tripulación (el citado Armstrong, pero también Buzz Aldrin y Michael Collins) había llegado más lejos de lo que la inmensa mayoría de los mortales soñaban siquiera con llegar. A partir de ese momento, los astronautas se convirtieron en auténticas rockstars y una atmósfera de optimismo lo invadía todo. Si se había conseguido alcanzar la luna, ¿qué no podría lograr el ser humano a partir de ahora?

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