Castell Son Claret, cuando lo mejor de Mallorca se esconde en el interior de la isla

Una escapada al interior de Mallorca de la mano de Castell Son Claret, donde la gastronomía y la naturaleza te envuelven.
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Fabijan Vuksic

De una isla lo habitual es hablar de sus playas y costas. Pero muchas veces la historia ha demostrado que, precisamente, para huir de los peligros que llegaban del mar lo mejor se quedaba en el interior. Mallorca es un magnífico ejemplo: basta alejarse un poco de la costa para descubrir pueblos y paisajes mucho menos conocidos que conectan con esa idea de isla tranquila que a veces, sobre todo cuando se acerca el buen tiempo, se pierde.

A los pies de la Serra de Tramuntana en la localidad de Es Capdellà, Castell Son Claret es un refugio perfecto para quienes busquen esa Mallorca interior y tranquila. Naturaleza y lujo discreto son los pilares de este proyecto con más de una década, pero cuya historia se remonta muchos siglos. En 1450 ya hay referencias a la propiedad, aunque hay que esperar al siglo XVIII para que tome nombre, y 100 años más para que luzca una arquitectura exterior similar a la que se restauró para la creación del este hotel.

Establos de Castell Son Claret, Mallorca.

El resultado es una propiedad con un edificio histórico central y otra zona en la que las antiguas cuadras se han convertido en suites, algunas con piscina privada. En total, 43 estancias donde manda la luz y un diseño sobrio. Que el huésped se encuentre un capazo y un sombrero de paja esperándole es una buena declaración de intenciones y una invitación al relax.

LIMONES Y ACEITES

La década que ha pasado tras su apertura ha permitido no sólo ampliar diferentes zonas del hotel, sino reforzar esa filosofía enfocada al lujo tranquilo y una firme apuesta por dejar que el entorno de la isla marque las pautas. Algo que se nota, por ejemplo, en el desayuno, donde lucen empanadas mallorquinas y ensaimadas junto a una carta de platos calientes en la que los “huevos tramontana”, con sobrasada y botifarró ganan por goleada a los clásicos benedictinos o al omnipresente aguacate.

Más allá de la piscina principal con unas vistas estupendas o de las espaciosas habitaciones, el lujo es también esa limonada casera que se sirve en la terraza del restaurante Olivera, uno de los del hotel. Rodeado de campos de cítricos, la propiedad trabaja con una asociación local de integración laboral que se ocupa de recogerlos y procesarlos.

De ahí sale la base de la casi famosa limonada del hotel, y también los limones en salmuera con los que trabaja Jordi Cantó, al frente el restaurante Sa Clastra, el gastronómico del hotel, que ha conseguido su primera estrella Michelin en la última edición de la guía roja.

Chef Jordi Cantó, Sa Clastra.

En esta misma línea, el hotel también acaba de empezar a elaborar su propio aceite. Un virgen extra de edición limitada que se estrena este año y producido a partir de los olivos del terreno donde, por cierto, también se trabaja en una huerta que pueda surtir de verduras y aromáticas a la cocina.

SA CLASTRA

Porque, en cierto modo, Castell Son Claret es también un hotel gastronómico. Uno de esos destinos en los que la comida es un argumento de peso para justificar el viaje. Y lo es, además, desde hace años porque aquí estuvo el restaurante Zaranda de Fernando Pérez-Arellano, que en su momento fue el único de la isla con dos Estrellas Michelín.

Sa Clastra Culinary y Service team.

Cuando, tras la pandemia, el restaurante reabrió en Palma, la propiedad del hotel apostó por dejar el proyecto en manos de Cantó, que había estado en la cocina junto a Pérez-Arellano. Nada de fichajes, talento de la propia casa.

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Una decisión que ha demostrado ser la correcta porque, más allá de las ansiadas estrellas, el chef ha conseguido plasmar su propia visión de la cocina mallorquina y sus clásicos en dos menús degustación que tampoco esquivan el entorno de lujo en el que se mueven, pero reivindican territorio. Escabetxe de gerret, llom amb col o el frit de safarnaria son, por ejemplo, los aperitivos del menú, y una deliciosa ensaimada d’ escaldums acompaña al plato de pintada. La carta de vinos y el maridaje donde las referencias de las islas tienen una fuerte presencia son otra forma de reivindicar lo local y recordar al comensal dónde está.

Naturaleza, tranquilidad, entorno y gastronomía como puntos de partida para descubrir esa otra Mallorca, la interior, que muchas veces pasa desapercibida para el visitante con prisas.

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